Por casi 140 años el bolívar ha sido la moneda de curso legal en Venezuela, es decir, es el dinero cuyo uso como medio de pago es reforzado por las leyes, de manera que ninguna persona puede rehusarse a aceptarla en el territorio nacional.
Sin embargo, en los últimos años este principio se ha desdibujado como parte de la erosión sufrida por el país en todos los ámbitos, pero fundamentalmente en el plano institucional y formal debido a la necesidad de las autoridades de instaurar en Venezuela un nuevo modelo político, económico y social. No en vano el propio Gobierno ha promovido el trueque y las llamadas “monedas comunales” como mecanismos de pago y más recientemente lanzó el Petro con el mismo propósito.
John Maynard Keynes sostenía que “no hay forma más sutil y segura de destruir la base de la sociedad que corromper la moneda. El proceso sitúa todas las fuerzas ocultas de la ley económica del lado de la destrucción y lo hace de una manera que nadie entre un millón es capaz de diagnosticar”. Pareciera que lo que está ocurriendo en la Venezuela de la primera etapa del Siglo XXI es una muestra clara de esto.
Aunque el Banco Central de Venezuela tiene entre sus objetivos básicos buscar la estabilidad de los precios y preservar el valor de la moneda, su actuación real -tras múltiples reformas a su ley rectora- va en contravía. El BCV se ha convertido en el financista del déficit fiscal del Gobierno, generando dinero sólo para cubrir el gasto público sin responder a la realidad de los ingresos de la nación ni a su realidad productiva.
John Maynard Keynes sostenía que “no hay forma más sutil y segura de destruir la base de la sociedad que corromper la moneda. El proceso sitúa todas las fuerzas ocultas de la ley económica del lado de la destrucción y lo hace de una manera que nadie entre un millón es capaz de diagnosticar”.
Esta gestión ha minado directamente el poder de compra del bolívar. De hecho, en 2008 el Gobierno tachó tres ceros de la moneda para hacer manejables las cifras luego de que el efecto abrasivo de la inflación llevara a hablar de millardos y billones como algo cotidiano, y ahora, una década más tarde, nuevamente anuncia la eliminación de otros tres ceros mientras el país transita el inhóspito sendero de la hiperinflación que hace temer variaciones anuales de precios de seis dígitos.
Es decir, que el problema inflacionario de fondo nunca fue corregido y, por el contrario, se agravó. De allí que el bolívar no solo ha perdido su valor sino su funcionalidad. Los costos de impresión de los billetes superan su valor nominal y en los últimos dos años no ha existido la suficiente corriente de efectivo a disposición del público para poder atender sus transacciones cotidianas.
De hecho, Venezuela no solo enfrenta escasez de alimentos y medicinas, también sufre de escasez de dinero en efectivo aun cuando la emisión monetaria del BCV crece a un ritmo cercano a 2.000% interanual.
El Petro es presentado por el Gobierno como la solución, como una “criptomoneda” respalda por el petróleo que yace en el subsuelo y como un medio de pago robusto. Sin entrar en consideraciones acerca de la verdadera naturaleza del Petro, es de interés destacar el afán del Gobierno por imponer su uso. Es decir, por obligar a los distintos actores económicos a utilizar el instrumento como un medio de pago, aunque voluntariamente no lo quieran.
En este sentido ya se ha dicho que parte de las operaciones de Pdvsa, Pequiven y la CVG se harán en petros, con lo cual los contratistas, socios y demás relacionados con estas empresas terminarán recibiendo este instrumento en algún momento. Pero también se ha dicho que se usará en operaciones cotidianas como el pago del transporte público, con el aliciente de que probablemente a través del Petro se pueda tener acceso a alguna divisa internacional, lo cual está cerrado en el mercado venezolano gracias al control de cambio.
Pareciera precipitarse la muerte del bolívar como moneda de curso legal y con este acontecimiento podría consolidarse un nuevo estadio en el llamado Socialismo del Siglo XXI que se ha intentado imponer en Venezuela. No en vano la actual “campaña electoral” en Venezuela versa acerca de las bondades de la dolarización (Henri Falcón) y los beneficios del Petro y la reconversión monetaria (Nicolás Maduro).