Bien podríamos decir que Caracas es una ciudad que se escucha. Nos despertamos con su respiración. A veces es el ronquido de un vehículo, el estertor de una corneta, otras, el aliento de las aves, la risa de algún niño. La vida de la ciudad son sus sonidos, tal vez por eso les susurra a los artistas lo que es. A Manuel Cabré le susurró el Ávila incontables veces, a Carmen Clemente Travieso los nombres de sus esquinas, a Aquiles Nazoa le exhaló con tal fuerza que le hizo escribir sobre las ventanas y, más recientemente, le pegó un mordisco a Héctor Torres.
Manuel Cabré
Pero estas referencias, y tantas otras que no puedo contar, no son otra cosa que respuestas de los habitantes al espacio compartido, nuestra reacción a unos susurros que a veces son tan fuertes que nos derriban. Caracas es contraste, la visión de la montaña parece querer ocultar una ciudad especialmente ruidosa, pero sobre todo musical. Parece que lo que sea que es, hace irresistible la tentación de cantarle.
Por eso a Caracas se le ha cantado, así como a todos sus aspectos. Hay tonadas a sus habitantes, como durante la Independencia que se escuchaba “Caraqueños, otra época empieza” con letra de Andrés Bello y Música de Lino Gallardo, o la muy recordada “Dama Antañona” o “Caraqueñita”, de la que hay más de una versión. También se les ha cantado a sus personajes, primero a Simón Bolívar, recordemos “Venezuela celebra la dicha” dedicada al regreso del Libertador en 1827 de José Maria Isaza, que dice “Caraqueños la patria revive” o la inolvidable “¡Epa, Isidoro!”, al último cochero de Caracas, sin olvidar a la simpar “Sifrina de Caurimare”, del grupo Medio Evo. También se ha compuesto música a sus esquinas, calles y lugares, como la hermosa “De Conde a Principal”, el “Canto a Catia”, “Nuevo Circo”, “Petare barrio de Pakistan” y hasta “Castillo eterno” de Guerrilla Seca dedicado a La Planta. También se le canta al deporte, como lo hizo Daiquirí con “un día en el béisbol”, a la flora como en “Flores de Galipán” sin olvidar a los fantasmas como en “El muerto de las Gradillas”.
Es preciso mencionar algunas de las obras instrumentales dedicadas a Caracas como “El Picacho abrupto” de Juan Bautista Plaza de 1936 y “La Suite Avileña” de Evencio Castellanos. Aldemaro Romero le dedica dos discos: Dinner in Caracas I y II; el primero fue un éxito y en su mes de lanzamiento vendió 150.000 copias solo en Caracas. Se trata de arreglos sobre la música tradicional como “Alma llanera”. El segundo, Dinner in Caracas II, contiene piezas dedicadas especialmente a Caracas como “De Conde a Principal” o “Quinta Anauco”.
CARACAS, LA PROTAGONISTA AMADA
Es probable que las primeras composiciones en las que aparece Caracas sean las piezas ya mencionadas, escritas por Francisco de Paula y Aguirre como “Dama Antañona” y “Claveles de Galipán”, que pudieron ser compuestas en las primeras décadas del siglo XX. En esas décadas ocurre la dictadura de Juan Vicente Gómez y el esplendor que había surgido con el vals se ensordece. En algunos estados incluso se prohibieron los bailes y las serenatas, los jóvenes venezolanos se preguntaban si debían irse o quedarse, Estados Unidos se vuelve un destino muy atractivo, y a esa interrogante responde en 1928 Luis Fagachán, quien pone de moda el merengue “El norte es una quimera”, donde Caracas aparece como lo que finalmente es: el hogar al que siempre se puede regresar, aunque sea “como fuete de arrear pavos”
Con la muerte de Gómez la música vuelve a tomar la posición que le corresponde y la ciudad comienza otra vez a bailar. En 1937 el músico dominicano Luis María (Billo) Frómeta funda la orquesta Billo´s Happy Boys. Entonces la explotación petrolera comienza a tomar forma.
En esos años se produce la reurbanización de El Silencio, comienza la construcción de las Torres del Centro Simón Bolívar y a mediados de 1940 se inicia la construcción de la Plaza Altamira después llamada Plaza Francia. Así, la “Caracas de los techos rojos” se desdibuja y desaparece entre edificios y el aumento de la población. Como respuesta a esto, Billo, dolorido por los cambios, le reclama a su enamorada: “Caracas vieja, que te vas con los años / En cada reja que dejamos de ver, / Se va un idilio, se va un romance / Se va un recuerdo de nuestro ayer”.
Edificio de Gradillas, 1952
Caracas siempre es anhelada para Billo. En “Sueño caraqueño” la geografía cambiante se hace irreconocible: “Han cambiado mi Caracas compañero / poco a poco se me ha ido mi ciudad / la han llenado de bonitos rascacielos / y sus lindos techos rojos ya no están”.
Pero ninguno de esos cambios hace variar el amor del músico por la ciudad, al contrario, es permanente e inalterable, como un viejo amor dorado, por eso en Canto a Caracas Billo le dice: “Para cantarte a ti puse al arpa todas las cuerdas de oro / Para cantarte a ti mi garganta, recogió un ruiseñor / Para cantarte a ti mi Caracas le he pedido al poeta / Que le ponga a mis versos, toda su inspiración”
Pero no solo Billo está embelesado por la ciudad, otros compositores como Jhonny Quiroz escribe “Caracas”, que interpretada por Alfredo Sadel es casi un himno de la ciudad. Unos años más tarde esta misma canción la grabará Víctor Piñero, con dirección de Billo Frómeta y bajo el título “Bella Caracas”.
Y no es solo bella, es además celebrada. Durante su cuatricentenario, Ray Barretto le canta Happy Birthday Caracas y Aldemaro Romero escribe: “Doña Cuatricentenaria / no me despiertes de mi sueño / porque estoy soñando / que soy caraqueño”.
Caracas se ha transformado en la Gran Madre, una madre amante y amorosa, productora de valientes hijos como le dice en “Caracas, Bella Sultana” Rafa Galindo: “bajo tu sombra Caracas, / nació el más grande Libertador, / bajo tu sombra, Caracas Don Andrés Bello y el Precursor”.Y, por supuesto, esa relación materna de fecundidad prometedora, de arquetipo amoroso, de reclamo cósmico la hace símbolo lunar, como entona Rincón Morales su Caracas “en cada noche sin igual, la luna se pone a coquetear, sobre aquel Ávila cubierto de rosas” o complice como en “Luna Caraqueña”: “Mi lunita caraqueña / Si pasas por su ventana/ Dile que muero por ella / Dile que me esta matando, con su boquita de grana.
CARACAS, LA INTERNACIONAL
Durante la democracia otros grandes artistas internacionales llegan a Caracas y la ciudad reclama no sólo conciertos sino canciones.
Ray Barreto, además del cumpleaños dice: No olvido a Caracas y Tito Rodríguez queda tan encantado después de amenizar los carnavales de 1963 que graba el disco de pachangas “Puerto Azul”; para el cuatricentenario Tito Puente y La Lupe, en su “Homenaje a Juan Vicente”, reconocen que “Caracas, es lo más bonito que hay / El cielo y después Caracas.
Piero, el famoso intérprete de “Viejo, mi querido Viejo” se va “Caminando por Caracas / La gente me saludaba y andaba / Yo levantaba mi mano de hermano / Y Caracas me abrazaba a mí”.
En 1977 la banda de Rock británica The Hollies en su concierto en el Poliedro de Caracas dice: “Oh, Caracas / Come to the show and let yourself go / There’s magic in the air / Come a long way to make your day / You gonna show you that we care / Oh, going to Caracas”.
Y el vallenato, representado por el Binomio de Oro y Rafael Orozco, llega para quedarse con su “Caracas, Caracas, como me gusta esa ciudad”.
ADIÓS A LA PROTAGONISTA BUENA
En la década de 1980 es el fin del protagonismo de la ciudad como construcción de lo humano y no de la violencia. Existe la sospecha de la cercanía de la tragedia y en el disco “Negocios son negocios” Yordano lanza su canción “Vivir en Caracas” Porque, como **“**cuenta la leyenda / Que antes todo, era mejor / Que se podía caminar / Y de vez en cuando, mirar al cielo y respirar”. Regresa la añoranza y el deseo de que la ciudad regrese “para que mejores tiempos / te perfumen de alegría” como le reclama Un Solo Pueblo en Caracas, Caracas
La profunda crisis económica y el bolívar devaluado resienten a la ciudad, pero aun Caracas es “buena nota”, como dice Pablo Manavello en “El rock de Caracas”, la personalidad de la ciudad es aún amable. Por eso Ilan Chester, emulando a Cabré le canta al Cerro el Ávila y le dice a los caraqueños que pueden ir “de Petare rumbo a La Pastora / Contemplando la montaña que decora a mi ciudad / Llevando matices de la buena aurora / Con la fauna y con la flora de un antaño sin igual”.
CARACAS LA TERRIBLE, LA VIOLENTA
A comienzos de la década de 1990 la ciudad se rompe, se corroe. Surge como un gigante mitológico, como la cara terrible de la madre, y se transforma en la diosa de la muerte. La música comienza a dejar de nombrarla directamente, se le trata como a una cosa secreta y sagrada con otros nombres, ya no es la “Sultana del Ávila” de antaño. En 1992, Yordano solo dice “Por estas calles”. Los caraqueños dejan de ser caraqueños y se transforman en “Peces del Guaire”, como los llama Desorden público, y el valle de Caracas ya no es de rosas, sino que es un iracundo “Valle de balas” y de anarquía, donde “los revólveres no respetan, Plomo revienta y nadie se alarma más de la cuenta”.
La ciudad fragmentada en tribus urbanas que tratan de recuperarla, de hacerla de ella, le regresan el nombre en sus islas de felicidad. Dj Yayo baila changa con “Caracas de noche”, la cultura reggae representada por Mulato canta “Caracas, vamos a bailar/ tú eres donde quiero estar / Caracas, déjame escuchar / los gritos de felicidad”. Y los más terrenos, como el Hip hop de Vagos y maleantes, dan la bienvenida a una “Boca de lobo” “donde en menos de un segundo aquí puede pasar de todo”.
La civilitas va siendo acribillada al paso de 2.474 homicidios en 1990 a 16.505 homicidios en 2019. La ciudad más violenta del mundo influye en la música que se canta. OneChot en “Rotten Town” dice **“**Blood a go run, Blood a go run / Bloody river you have fi cross, to get in babywrong”
La ciudad ha perdido la cordura. Prieto Gang la llama “Caracas loca / donde cada segundo que pasa es un abreboca” y Mariaca Semprún la diagnostica y la bautiza “Valle Bipolar”.
Los caraqueños ahora son huérfanos o han sido abandonados, la madre no se designa, no se le reconoce, para eso se le apoda. La banda Fuego Montevideo dice en su canción Techos rojos: Tan callada la ciudad, tan vacío nuestro hogar.
La Vida Bohème. Visuales. Cementerio del Este
La Vida Bohème le exige un lugar al que parece no pertenecer como dice en “Angelitos negros”: “Yo no nací en el cerro/ Me avergüenza decirlo, pero es cierto”. Ve a la ciudad dividida como algunos títulos de sus canciones que reflejan lugares emblemáticos de este espacio de violencia como “Hornos de Cal” o “Cementerio del este”. Siempre innombrada y temida como le dice La Pagana Trinidad, le cuenta a Alí Primera, que aun hay “techos de cartón” o ClubHouse que se siente hundido en “el pueblo sin ley”.
Madre amante o madre terrible, la ciudad ya no susurra, grita. Tal vez son dolores de parto, no lo sabemos, lo cierto es que la añoranza siempre está allí, como dice Yordano: “un pasado, que no conocí”. Anhelamos la ciudad protagonista, la prometida “sucursal del cielo”, la “Bella Caracas” de las canciones, y es difícil creer que incluso esos gritos, ese dolor, también son Caracas que sigue transformándose en música.
Para descargar: La ciudad y su música – José Antonio Calcaño