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El convento de carmelitas descalzas de Caracas, una historia del siglo XVIII
Casi se podría afirmar que todos los caraqueños alguna vez han escuchado la historia de las monjitas que dieron nombre a la esquina en la que hoy se encuentra el Banco Central de Venezuela. Pero, ¿cómo fue que llegamos a ese nombre? ¿cómo fue que se fundó ese convento en una ciudad tan pequeña como Caracas? Y ¿cómo es que continua en nuestro imaginario cotidiano con tanta fuerza, aun cuando hace varios siglos que desapareció?
Santa Teresa de Jesús protegiendo a las 21 monjas del convento de Carmelitas. Por Juan Pedro López (1724-1787)
El convento de las Carmelitas Descalzas se fundó gracias a las diligencias emprendidas por una caraqueña llamada doña Josefa Melchora de Aponte y Aguirre, viuda de Nicolás de Liendo, no pudo tener hijos y puesto que siempre había deseado abrazar la vida religiosa, se propuso la fundación del monasterio. Afortunadamente nuestra viuda contaba con algo que siempre ha sido importante para tales empresas, un pequeño capital de “de una hacienda de trapiche” además de su herencia y otros ahorros, lo que ayudó bastante al proyecto de nuestra heroína.
Como nada puede ser fácil en esta vida, doña Josefa tuvo hartos inconvenientes para lograr su objetivo, sin embargo también alguna ayuda, el obispo de Caracas, un español llamado Juan José Escalona y Calatayud (el mismo que hizo posible que el seminario de Santa Rosa de Caracas se transformará en la Universidad Real y Pontificia) le pareció una idea grandiosa y se dedicó en cuerpo y alma a ayudar a la viuda en su proyecto. Lo más difícil fue dar con el terreno que sirviera para el fin deseado, se probaron varios en Santa Rosalía, pero sin éxito, algunos eran inestables, otros muy pequeños, así que finalmente doña Josefa tomó el toro por los cuernos y dispuso el terreno de su casa materna, así se comenzó la construcción en 1727.
El futuro convento gozó de buena aceptación entre los caraqueños quienes hicieron numerosas donaciones para su construcción, no sólo con dinero, sino además con mano de obra, entre los artesanos que trabajaron en su construcción se encuentra don José Pulido quien realizó las rejas de la sala “de profundis” entre otras cosas.
Madre Josefa de La Encarnación . (Doña Josefa Melchora de Ponte y Aguirre) Juan Pedro López.
Con el convento en obras ya era posible que doña Josefa Melchora de Aponte y Aguirre tomara el hábito,así que para institucionalizar el convento llegaron al puerto de La Guaira en 1731 tres religiosas carmelitas provenientes de México. A los seis meses de su llegada el convento se inaugura el día de San José de 1732, y funcionaba como de los que habla Santa Teresa en su libro de las Fundaciones, en una pequeña casa adaptada para servir de monasterio ubicada en Santa Rosalía. No obstante, la poca amplitud del convento y lo agreste del entorno contribuyó para que antes de cumplir el año, las monjitas mexicanas se quejaran y dos de ellas huyeran despavoridas de regreso a su tierra, alegando que la casa estaba poseída y que no era posible continuar allí. Sor Josefa de San Miguel, fue la única que valientemente permaneció en caracas siendo así la primera priora del monasterio.
No obstante, ya a estas alturas había un buen número de novicias, incluida nuestra viuda conocida ahora como Sor Josefa de la Encarnación, así arribó el año de 1736 en el que el convento en construcción pudo ser ocupado y se inauguró finalmente 4 años después.
Este convento tenía una iglesia de una nave, con dos puertas de entrada por donde hoy es la Av. Urdaneta, es decir que el altar quedaba hacía el norte, frente del altar se ubicaba el coro, haciendo esquina con la Av. Norte 4, en esa avenida estaban ubicadas las puertas de entrada al claustro. La portería, con una puerta de madera de dos alas y el torno, (una especie de ventanilla giratoria que permite pasar objetos de un lado a otro). La segunda puerta, un poco más arriba que era a su vez el locutorio externo. (El locutorio consiste en una pequeña sala de visita dividida con una reja doble de madera, a través de ella es que se establece comunicación con las religiosas).
Planos originales del Convento de Carmelitas
Entre 1808 y 1809 fue necesario realizar algunas remodelaciones en el monasterio, además se clausuró una ventanilla en la torre de la Iglesia de Altagracia, y se suspendió la construcción de la otra torre, dado que jóvenes y adultos se subían a la torre para desde las alturas para curiosear la vida en el interior del claustro.
Lista de las religiosas que vivieron el terremoto 1812
Luego del terremoto de 1812 el monasterio quedó en ruinas y tuvo que ser desalojado por seguridad de las religiosas, así que fueron trasladas a un recinto temporal: un solar, prestado por un benefactor del convento, ubicado en la calle San Juan, debido a este traslado no podían cumplir estrictamente con la clausura, por lo que el capellán del convento se vio en la obligación de solicitar un permiso especial para que algunas de las normas se relajaran durante 1813, sin embargo la clausura siguió siendo estricta. Las religiosas regresaron al convento apenas se concluyeron las reparaciones.
El convento tuvo una vida regular y tranquila por más de un siglo, formando parte de la cultura religiosa y gastronómica de la ciudad hasta el 9 de mayo de 1874. En esta fecha, Antonio Guzmán Blanco decretó la exclaustración de los institutos religiosos de Venezuela, así las 17 religiosas que habitaban el convento se vieron en la obligación de abandonar el país hacia un rumbo más tolerante.
Esquina de Carmelitas antes de 1907
Tres años después el edificio fue transformado en sede del Ministerio de Hacienda y fue demolido en 1907 para la construcción del Palacio de Hacienda que realizaría el arquitecto Alejandro Chataing, este edificio también fue demolido y durante un tiempo el terreno funcionó como estacionamiento, finalmente en 1957 se autorizó la venta del terreno al BCV y se comenzó a construir la sede que hoy conocemos diseñada por el arquitecto Tomás Sanabria, su construcción terminó en 1965 y su diseño obtuvo el Premio Nacional de Arquitectura.
Este monasterio fue ejemplo del tesón de algunas mujeres que, por encima de su tiempo, pusieron su empeño para hacer realizable aquello en lo que creían, como la viuda Josefa Melchora de Aponte y Aguirre. Otra de las religiosas conocidas es una de las hermanas de Andrés Bello: María de los Santos quién tomo el hábito en 1826, nieta de Juan Pedro López que se inspiró en las religiosas para crear algunas de sus obras; la hija del Marqués del Toro: María Margarita Rodríguez del Toro profesó en el convento en 1775, y no olvidemos que dentro de esos muros se gestó una de las primeras poetas venezolanas María Josepha de los Ángeles Paz-Castillo.