El valor que tiene para el caraqueño el área montañosa localizada al norte de la capital puede ser variado. Pulmón vegetal, patrimonio nacional, remanso de paz y pare usted de contar porque todo dependerá de a quien le pregunte. Lo que es casi invariable es la admiración y el valor que se le da.
Manuel Cabré, Sol en los Cerros, 1919
Por ese valor e imponente belleza es que muchos artistas de la talla de Manuel Cabré, Julio Garmendia y más recientemente, Ilan Chester, han encontrado su inspiración en ella, por mencionar a algunos.
Senderismo, turismo, entretenimiento, balnearios e impresionantes vistas de Caracas y La Guaira son solo algunas de las opciones que este parque nacional ofrece, lo que le da un plus a aquellos que se animan y lo visitan.
Teleférico de Caracas, 1955
También cuenta desde 1955 con el sistema teleférico, que después de varios años de abandono fue rescatado para ofrecer, al que lo desee, un paseo que termina en una magnífica obra de arquitectura, que lamentablemente y sin explicación lógica, hoy se encuentra en ruinas cuando lo difícil no debería ser ponerlo en óptimo funcionamiento, si no haberlo construido; como diría alguien alguna vez “lo difícil se hizo y lo fácil no se hace”.
Me parece interesante pensar que sin haber identificado el lugar, usted como lector lo hizo automáticamente y más interesante aun me parece saber cómo lo nombró.
¿Cómo me llamo?
Manuel Cabré, Ávila desde Chacao, 1920
Mucho dio que comentar, en su momento, el empeño del gobierno bolivariano por el rescate y reconocimiento de ciertos elementos de nuestra herencia ancestral. Dicha empresa consistió principalmente en repudiar todo aquello que como venezolanos, y en "este caso concreto, como caraqueños, somos.
Este error cometido recurrentemente, solo consiguió generar rechazo en el colectivo que lo vio como una decisión política hecha desde la demagogia, como creo que lo fue, y no como un intento por concientizar y rescatar parte de esas raíces, labor que a mi parecer es muy loable.
Es así como el área montañosa localizada el norte de la capital pasó de llamarse Waraira Repano para oficialmente llamarse Parque Nacional El Ávila hasta el año 2011 cuando a través de decreto presidencial adoptó el nombre de Parque Nacional Waraira Repano, aunque lo que está instaurado en el imaginario es El Ávila.
El origen En épocas pre-colombinas, los Caribes, que por esa época habitaban el valle le dieron el nombre de Guaraira Repano, que significa Sierra Grande, sin embargo, otros afirman que la forma correcta es Waria (Danta) ripano (lugar) lugar de las dantas. Más adelante también se conoció con nombres como la Sierra del Norte y la Montaña a la Mar, pero es a mediados del siglo XVIII que adquiere el nombre de El Ávila, como una referencia popular a los terrenos que para ese entonces poseía Gerónimo de Ávila.
La imponente musa verde
Al ver el Ávila, desde La ventana encantada (1986) del Hotel Cervantes, Julio Garmendia encontró la inspiración que se convirtió en La tuna de oro (1951) y otros libros y relatos que hacen parte importante de su obra. El mismo Garmendia reconoció la necesidad de contar esa vista privilegiada en su proceso creativo, al punto que cuando la vista no fue tan privilegiada, gracias al desarrollo urbano, continuó yendo conformándose con ver por el espacio entre dos edificios solo un poco de la gran musa verde.
Julio Garmendia, La tienda de muñecos, Nº 243, Biblioteca Ayacucho