Por difícil que resulte aceptarlo, esa es la encrucijada a la que tirios y troyanos han conducido al país. Lo curioso es que si extrajéramos el contexto actual y nos preguntáramos a nosotros mismos qué elegiríamos, entre diálogo y rebelión, probablemente nos responderíamos sin titubeos: diálogo. La razón de ello es que, como medios para alcanzar un objetivo, el diálogo suele ser más económico que la rebelión; adicionalmente, el diálogo debidamente conducido logra acercar distancias entre las partes en conflicto, disminuyendo las tensiones generadoras del enfrentamiento.
Condiciones para el diálogo
No obstante, para el diálogo es necesario que, así como las partes involucradas han de confiar las unas en las otras y en el correspondiente compromiso político de la otra, lo cual no ocurre en el actual escenario político venezolano y pareciera no estar en proceso de construcción, estas mismas partes deben estar en capacidad de formar coaliciones con los actores y sectores políticos y sociales afines con el propósito de implementar las decisiones que se acuerden durante el proceso de diálogo, incluidas, como es natural, aquellas referidas a los prerrequisitos al mismo diálogo, lo cual también pareciera de difícil consecución en la actualidad.
La incapacidad de una de las partes o de ambas para cumplir con lo anterior incrementa los costos del diálogo, pero no por ello los acerca necesaria y peligrosamente a aquellos de la rebelión como para que este último medio resulte lo suficientemente atractivo para echar mano de él. Para que ello ocurra, que los costos de ambos medios se igualen, que los costos del diálogo superen a aquellos de la rebelión o que la diferencia de costos entre ellos sea tan pequeña que haga del último un medio más eficiente que el primero, la institucionalidad construida sobre la base del pacto social que nos aleja del estado de naturaleza hobesiano debe encontrarse seriamente comprometida.
La realidad del país
Que sobre la base de medidas cautelares dictadas por tribunales penales, manifiestamente carentes de competencia en materia electoral, la cual es clara y exclusivamente adjudicada por la Constitución Nacional a otros órganos (realidad desconocida por el Consejo Nacional Electoral en su actuación ulterior), se haya suspendido el proceso de activación del referéndum revocatorio en Venezuela; no sólo reafirma la naturaleza totalitaria del régimen, cuya clase gobernante continúa utilizando la propia estructura del Estado para afianzarse en el ejercicio del poder y secuestrar derechos constitucionalmente consagrados al pueblo venezolano, sino que eleva en demasía los costos del diálogo, al quebrantar la poca confianza que podría quedar sobre el ejercicio democrático de quienes no comulgan con la mayoría que se expresó el pasado seis de diciembre y empuja al país a una guerra de todos contra todos, toda vez que realza el atractivo de la confrontación.
Thomas Hobbes: bellum omnium contra omnes
De Cive