El asunto no consiste únicamente en solidarizarse presentando una protesta ante las recientes deportaciones de ciudadanos colombianos que viven en la frontera. El asunto tampoco es el tráfico de alimentos o de gasolina, pues todos sabemos que una distorsión provoca otras distorsiones. El asunto no es siquiera lo que plantean las deportaciones. Tenemos que fijar la vista en lo que representa que el Estado cree una clase social constituida por ciudadanos colombianos.
Se entiende como un Estado autoritario aquel sistema de dominio político, pero sobre todo un instituicionalizador de una clase social única que a partir de está desarrolla un sistema de dominación que centraliza la vida de los ciudadanos, destruyendo los cimientos de la democracia. Esto lo hace el Estado autoritario al instituir determinada ideología que se alimenta de su dominación, apagando las formas en las que la sociedad es plural.
La ideología que se instaura, primero con una idea de salvación y liderazgo permanece por medio del miedo, obliga a la lealtad, con lo que los ciudadanos se apegan a las normas del Estado aun cuando estas normas vayan contra su propia dignidad o contra la dignidad de los otros.
De esta forma la sociedad, bajo el sombrero de la necesidad de la igualdad de clases, se mimetiza, consciente o inconscientemente con las normas que el Estado establece.
Se cumplen ritos y actos de control que alimentan al monstruo del Estado, bajo el concepto errado de su propia manutención y de los otros: Libretas de racionamiento, capta huellas, marcas en los individuos, marcas en las casas, control de pasaportes, control de entradas y salidas del país, control cambiario, etc.
Las clases sociales se alinean a este sistema para poder mantenerse como conglomerados humanos; las clases altas se mimetizan con la clase media, y la clase media se mimetiza con la clase baja, una vez que las clases se funden es necesario para el Estado autoritario, construir nuevas clases sociales con las que continuar su pelea. Es este el momento en el que se ubica un enemigo nuevo, y es ese el momento, en el que los ciudadanos se dividen aún más, puesto que al estar alineados con el sistema, "comprenden" la necesidad de exterminio de esta clase social nueva y dentro de la que ellos “creen” que no se encuentran.
Las deportaciones de los ciudadanos colombianos pueden ser visto como la antesala del proceso de mimetización de los ciudadanos con el Estado autoritario.