El esfuerzo y el trabajo han sido durante mucho las claves de eso que los estudiosos llaman la movilidad social y que la mayoría llama el progreso. Tras el primer cuarto del siglo XX en Venezuela se dio una búsqueda constante de oportunidades, con centenares de personas persiguiendo los beneficios de la industria petrolera, como una forma de garantizarse a sí mismos y a su descendencia una opción de mejora. Siempre en la senda del crecimiento, con la idea clara de prosperar. Muchas son las historias de padres taxistas o bodegueros que lograron que sus hijos ingresaran a la universidad para convertirse en profesionales o que terminaran regentando el negocio familiar con una visión renovada, lo que a la larga generaría el progreso de la familia. Un camino construido con formación, esfuerzo, trabajo y responsabilidad entre otro cúmulo de características y valores.
Gabriela Montero y Teresa Carreño
Pero en algún momento la vía se torció o, muy probablemente, aumentó la visibilidad de quienes se saltaban esa espinosa ruta del ascenso a través de las trochas que abre la corrupción. Gente con muy poca preparación saltaba a ocupar cargos de alta importancia y demostraba baja capacidad para ejercerlos, pero igualmente permanecía en esas funciones haciendo presión, chantaje o cualquier otro mecanismo que le permitiera sostenerse “donde hay” y así “progresar”; personas con cuotas de poder, ya sea porque cumplían roles dentro de un organismo policial o de defensa, eran relacionadas públicamente con crímenes de toda índole que les garantizaban fortunas -que no ocultaban- y de esta forma lograban el “ascenso social”; delincuentes de barrio se convertían en ídolos de su comunidad, en “protectores” de su zona, y alcanzaron un poder que supera al de los cuerpos de seguridad del Estado, y a la par su enriquecimiento y el de los suyos.
“Inca” Valero / “El Chacal” Ramirez
Hoy, en el primer cuarto del siglo XXI, crece entonces otra cultura del progreso. Para qué estudiar, para qué invertir tantos años en lograr algo que se puede obtener ya, para qué hacer tantos esfuerzos. Y esto se agudiza aún más en un colectivo entrampado en un fenómeno de violencia e inseguridad personal, donde una importante porción de la población tiene clara en su mente la idea de que no tendrá una vida larga y que con suerte se acercará a la treintena de años, por lo que las oportunidades son ahora.
El éxito lo alcanza más rápido quien transgrede la ley, comenzando por las autoridades nacionales, y ese mensaje está marcando el norte de lo que Venezuela es hoy como sociedad mientras a futuro condena a la nación en su conjunto.