Si bien en Venezuela no existen cifras oficiales de inflación desde 2015, ya que el Banco Central de Venezuela (BCV) dejó de actualizar sus estadísticas, se suelen tomar otras estimaciones como una referencia para poder medir la evolución del deterioro que experimenta el país, del cual hicimos una revisión histórica en la primera parte de esta entrega.
Esencialmente se toma la medición mensual que hace la Asamblea Nacional, aunque también se usan cálculos de firmas privadas como Ecoanalítica y Econométrica, o la variación mensual de la canasta básica del Cenda (Centro de Documentación y Análisis para los Trabajadores). Otros organismos, como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y la Cepal, suelen ofrecer cálculos y proyecciones anuales del indicador que también se utilizan como referencia.
Aunque son diversas fuentes, todas coinciden en que Venezuela sufre una grave crisis inflacionaria y, lo más grave, todas están de acuerdo en que el país ya se encuentra en una etapa más aguda del problema, pues padece un proceso hiperinflacionario que pulveriza aceleradamente el poder de compra del ingreso. Es decir, que deteriora con rapidez la calidad de vida de la población.
Según Phillip Cagan, autor de The monetary Dynamics of Hyperinflation, se está en presencia de hiperinflación cuando hay variaciones mensuales de precios sobre 50%. Aunque hay otros parámetros para determinar si un país está en un proceso hiperinflacionario, la posición de Cagan es aceptada por una mayoría de los economistas.
De allí que se asuma que Venezuela entró en hiperinflación en octubre de 2017, cuando la inflación -sólo de ese mes- fue de 50%.
Zona de peligro
Más allá de un tecnicismo, al definir la situación como hiperinflación se está hablando de un ciclo de elevadísimas variaciones de precios, lo que debe encender todas las alarmas a los fines de combatir las causas de fondo del problema antes de que haya un abrumador empobrecimiento de los ciudadanos.
He aquí la razón:
Se estima que con una tasa promedio mensual de 50% de inflación al paso de 51 días hay una duplicación de los precios, con lo cual la variación anual de precios estaría cercana a 000%.
Pero si el promedio mensual se inflación es de 70% los precios se duplicarían en menos de 40 días, por lo que la variación anual de los precios estaría en el orden de 000%.
Si la tasa mensual promedia 100%, los precios se suplican en un mes, y la tasa anual de inflación sería superior a 400.000%.
Vale decir que en mayo pasado la inflación en Venezuela fue de 110,1%, según la Asamblea Nacional. En abril fue de 80,1%. La inflación acumulada entre enero y mayo es de 1.995,2%. Con estos resultados el panorama luce sombrío.
¿Cuánto dura la pesadilla?
Uno de los procesos hiperinflacionarios más largos registrados lo vivió Nicaragua, que sumó 63 meses en esa condición, entre 1986 y 1991.
“Los desequilibrios macroeconómicos producto de la política aplicada, principalmente una gran expansión del crédito y de la oferta monetaria, condujeron a un proceso hiperinflacionario, en el cual se llegó a tasas de inflación de 681,6% y 911,22% en 1986 y 1987, respectivamente”, reseña un documento de análisis del Banco Central de Nicaragua. En 1988 la inflación fue de 14.315,78%, en 1989 de 4.708%, en 1990 de 7.485,24% y en 1991 de 2.945%.
Otros países han vivido hiperinflaciones más cortas, pero no por ello menos terribles. Hungría, por ejemplo, experimentó el fenómeno por 12 meses, pero llegó a sufrir el rigor de una inflación mensual de 41.900.000.000.000.000%, es decir, 207,19% de inflación al día.
Venezuela ya lleva siete meses de hiperinflación.
¿Qué hace que un país salga de la hiperinflación?
“Según Fischer, Sahay y Vegh (2002), una vez que la inflación interanual supera 400%, la probabilidad de que suba o se mantenga en ese nivel es de 67,6%, es decir, una vez superado el umbral de 400% de inflación anual, es altamente probable mantenerse en una trampa de alta inflación o derivar en un espiral hiperinflacionario”, reseña la firma Ecoanalítica.
De allí la importancia de adoptar medidas que ataquen las bases del problema para retomar el equilibrio con rapidez, antes de que el desgaste social sea mayor.
En buena medida la experiencia recopilada en los casos reportados de hiperinflación en el mundo muestra que se ha buscado aplicar planes para estabilizar la economía. Básicamente se busca corregir los factores que distorsionan el valor de la moneda, como las emisiones monetarias inorgánicas, lo que implica disciplina fiscal. En estas cruzadas incluso ha sido necesario cambiar la moneda.
La búsqueda de la estabilidad cambiaria ha sido otra de las medidas aplicadas, lo que generalmente pasa por la liberación de los controles y la adopción de políticas generadoras de confianza en el sistema.
Ecoanalítica sostiene que el fenómeno seguirá evolucionando en Venezuela si no hay políticas eficientes que ataquen el problema, si persiste una dinámica fiscal desordenada y si no se consiguen nuevas fuentes de financiamiento.
Soluciones al alcance de la mano
Para Humberto García Larralde, presidente de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, “parar cuanto antes el desarrollo de la hiperinflación es un imperativo vital para los venezolanos”.
Esto involucra, “en primer lugar, terminar con la impresión de dinero sin respaldo por parte del BCV, lo que implica sanear y equilibrar las cuentas fiscales, y aumentar la eficiencia de la gestión pública. Ello debe acompañarse con la unificación del tipo de cambio, auxiliado por un generoso financiamiento externo, que permita su rápida estabilización a niveles muy por debajo de la cotización del dólar paralelo, lo que tumbará los precios de una gran cantidad de bienes e insumos importados, además de que permitirá la libre concurrencia al mercado de divisas para traer repuestos, equipos e insumos con los cuales aumentar la oferta del aparato productivo doméstico, e importar los bienes de consumo que hagan falta”.
Asimismo, sostiene “las experiencias exitosas de países como Perú y Brasil en derrotar la hiperinflación que padecieron a finales del siglo pasado ofrecen valiosas enseñanzas de cómo combinar la ejecución de políticas monetarias, fiscales y cambiarias para abatir rápidamente el alza de los precios”.
“A la vez, deben desmontarse los controles de precio –en absoluto han servido para contener la inflación-y las leyes punitivas, para promover la iniciativa privada en un mercado competido. La libre concurrencia al mercado cambiario estabilizado redundará en una baja de muchos precios”.
A su juicio, “la reactivación económica, en un marco de seguridades, transparencia y estabilidad macroeconómica -incluyendo un tipo de cambio libre y competitivo-, generará la confianza necesaria para atraer inversiones extranjeras y permitir un incremento sostenido de las exportaciones no tradicionales, de mayor valor agregado, que fortalecerán la posición externa del país. Como resultado, habrá de aumentarse el empleo, con remuneraciones crecientes que superen perentoriamente los sueldos de miseria que hoy percibe el grueso de la población, para equilibrar su relación con los precios. Detrás de esto tiene que estar el incremento de la productividad alimentada por la competencia, el emprendimiento y el aprovechamiento del talento en la forma de innovaciones y adoptación / adaptación de nuevas tecnologías”.
“No tengo la menor duda de que en el alto gobierno se conocen estos remedios, por lo que no instrumentar las medidas pertinentes cuanto antes representa un terrible crimen que no tiene justificación alguna”, puntualiza García Larralde.
Referencias:
“No tengo la menor duda de que en el alto gobierno se conocen estos remedios, por lo que no instrumentar las medidas pertinentes cuanto antes representa un terrible crimen que no tiene justificación alguna”, puntualiza García Larralde.
Referencias:
https://es.scribd.com/document/364194032/Humberto-Garcia-Larralde-Hiperinflacion-en-Venezuela
http://ecoanalitica.com/noticias/graficodelasemana-escalando-posicion
http://ecoanalitica.com/wp-content/uploads/filebase/informes/semanal/IS_30_2017_10_08_Esp.pdf