Una moneda social. Un sistema donde la permuta entre prosumidores pusiera las normas. Un intercambio solidario, lo llamaba. Era el trueque desde la concepción de Hugo Chávez mientras ejercía la Presidencia de Venezuela en 2006: “Vamos a combinar un mercado que se base, bueno, en el valor de cambio, pero vamos a acompañarlo con el valor de uso, vamos a reinventar el mercado indígena aborigen que era el trueque, ellos no tenían monedas...”
Una moneda social. Un sistema donde la permuta entre prosumidores pusiera las normas.
Casi diez años después, lo que lucía como un ideal hoy parece concretarse bajo el peso de una inflación anual cercana a 150% y una escasez sobre 60%, según las cifras de analistas y consultores, ya que el Gobierno lleva todo 2015 sin ofrecer tales indicadores. Las personas intercambian papel higiénico por café o jabón de lavar la ropa por pañales. Lo que sea, como sea. Unos “prosumidores” a juro, arrancados de la normalidad del mercado, de la rentabilidad lógica, seres que intercambian lo que tienen sin ánimo de lucro, bajo el racero de la necesidad. Salvo por los bachaqueros, vale decir, que son una de las tantas perversiones típicas de cualquier modelo idealizado, regulado al extremo y, en consecuencia, casi irreal.
En sus inicios la idea de Chávez acerca del trueque se concretó en algunos mercados puntuales del país, como el de Urachiche, en el estado Yaracuy, donde para no usar dinero –señal del sistema capitalista a combatir- inventaron unos cartones que denominaban “Lionzas” con valores diversos y que servían de base para el intercambio. La materialización de la moneda “social” que defendía Chávez para “romper esa maldición” del capitalismo.
Hoy, con un billete de 100 bolívares tan sólo se pueden comprar 0,15 centavos de dólar a la tasa de 650 bolívares por cada billete verde que se impone en el mercado paralelo ante la ausencia de divisas a las tasas preferenciales ofrecidas por el Estado. Una moneda “social”, únicamente válida como base del intercambio entre quienes intentan seguir adelante mientras su capacidad de compra se diluye a diario. Un papel con unas firmas y unos sellos. No mucho más.
También entre países
En el programa Aló, Presidente Número 256, transmitido desde Bolivia y en compañía del mandatario de ese país, Evo Morales, Chávez describió su idea del trueque, porque la misma iba más allá del intercambio dentro de nuestras fronteras y debía extenderse a un sistema internacional.
El trueque se concretó en mercados como el de Urachiche, en el estado Yaracuy, donde inventaron unos cartones que denominaban “Lionzas”
Él quería que el esquema, sin pago en monedas, se impusiera entre los países. Y planteó entonces avanzar hacia un tratado de comercio de los pueblos basado en el trueque, “tanto dentro del país, como entre nuestros propios países; y allí pudiéramos invitar a los empresarios privados”.
Explicaba que con esta propuesta se recupera “más que el valor de cambio, el valor de uso; y estamos rompiendo los dogmas capitalistas: si tú no tienes dinero no te vendo diésel, no me importa que se paren las máquinas, los tractores, el transporte público o la generación de energía para los hospitales y las escuelas, no me importa… ¡Ese es el capitalismo!”.
Y las ideas pasaron a la práctica.
Deuda y trueque
“La derecha venezolana me acusa a mí todos los días, todos los días, de que yo estoy regalando el país en vez de ayudar a los pueblos de Venezuela. Lo importante es que el pueblo venezolano está claro y sabe de qué se trata. Bolivia nos paga, no estamos regalándole a Bolivia, Bolivia nos paga. Ahora, ¿cómo nos paga Bolivia? ¿En dinero? ¿De inmediato? No, no tiene por qué preocuparse Bolivia por ese dinero, que al año puede llegar a 100 millones de dólares aproximadamente”
Dijo en 2006 Hugo Chávez. No debía Bolivia pagar de inmediato porque para eso existiría el intercambio entre los dos países, nuevos sistemas de compensación que ayudarían al desarrollo del país hermano, un acuerdo solidario.
La experiencia se repitió con otros países hermanos. El petróleo servía de insumo para consolidar acuerdos y sumar aliados que disfrutaron por largos años de condiciones preferenciales de financiamiento.
Venezuela cerró 2014 con casi 250 mil millones de dólares de deuda consolidada del sector público y hoy el país tiene únicamente 16.977 millones de dólares en reservas internacionales. En paralelo, todos los sectores se quejan de la escasez de divisas, impulsada por el desplome de casi 50% en el ingreso petrolero.
No obstante, los “prosumidores” internacionales han seguido adelante. La semana pasada Uruguay alcanzó un acuerdo para saldar parte de la deuda por combustible que mantiene con Venezuela. Enviará arroz, leche en polvo, queso y pollos producidos por sus empresarios para compensar más de 300 millones de dólares que estaban pendientes por el envío de hidrocarburos.
"Un país que precisa petróleo y otro país que precisa alimentación", puntualizó del canciller de Uruguay, Rodolfo Nin Novoa, al dar los detalles del acuerdo. Trueque puro y duro. El “sueño” hecho realidad.