A medida que transcurren los días desde que el régimen informara su disposición de someter a referéndum aprobatorio la propuesta de texto constitucional que emane de la Asamblea Nacional Constituyente (ANC) pareciera cobrar fuerza, al menos dentro de una fracción del liderazgo opositor venezolano, la idea de convocar la movilización del pueblo para expresar en las urnas el rechazo de este a un cambio de su Carta Fundamental.
A título de ejemplo, el Secretario General de Acción Democrática se pronunció recientemente en los siguientes términos: “Esto lo digo sin temor, sin ninguna duda: si el Gobierno presenta el proyecto de Constitución a referendo, todos los venezolanos debemos votar en contra”. De su opinión podría colegirse que cualquier proceso electoral es una oportunidad para ganarle a Nicolás Maduro. Quizás, hasta ingenuamente, él piense que pudiera repetirse en el país la experiencia del año 2007 cuando el pueblo venezolano alzó su voz y dijo “no” al proyecto de reforma constitucional del difunto Presidente Hugo Chávez.
De alguna manera, tanto para él como para otros tantos que acompañan esa línea de pensamiento, “los números les cuadran”. Esto es, el resultado eventual de la consulta sería positivo para ellos, lo cual se traduce en términos prácticos como el rechazo a la propuesta sometida a referéndum o, en otras palabras, el triunfo del “no” nuevamente.
Sin entrar en consideraciones que pudieran dar cuenta en contrario de lo anterior y dar pie a un inagotable debate a favor o en contra de una particular estimación de resultados electorales, dada la naturaleza estocástica del proceso, lo que pretendemos es ilustrar el dilema que plantea en sí mismo el proceso en ciernes.
El dilema
Por un lado se encuentra la defensa de la Carta Magna, la cual la inmensa mayoría del pueblo venezolano no quiere ver modificada en los términos propuestos por la ANC y que a cuenta gotas hemos podido ir conociendo. Y por el otro lado se encuentra la inyección de legitimidad que una concurrida participación de electores, durante el eventual proceso refrendario, otorgaría a la ANC.
El sentido común frente a esta disyuntiva, desde el punto de vista político, se inclinaría a favor de la participación si es que hubiera una probabilidad cierta, por mínima que fuera, de que la oposición resultara victoriosa. No obstante, desde el punto de vista legal, una decisión en ese sentido, participar en el eventual proceso refrendario, podría no resultar conveniente.
Simplificando la situación al máximo, considere el siguiente caso hipotético: una junta de condominio que, de acuerdo con el documento de condominio respectivo, requiera consultarle a los copropietarios sobre la procedencia o no de realizar un festejo en el salón del conjunto residencial; la junta de condominio inobservando este requisito conviene en la realización del festejo en el local señalado, pero al cabo de un par de días, la misma junta le consulta a los copropietarios si están de acuerdo con que el festejo se extienda más allá de la media noche y estos responden mayoritariamente que no, que termine a la media noche. El vicio de consentimiento, que se evidencia al inicio del ejemplo, se ve subsanado por la posterior expresión de voluntad de los legítimamente convocados ha pronunciarse sobre la procedencia o no de la realización del festejo en el salón del conjunto residencial cuando se externa su voluntad con respecto a la hora a la cual este debe finalizar. Así como en este ejemplo los copropietarios no podrían pronunciarse sobre la hora y pretender desconocer la realización del festejo, toda vez que la limitación de tiempo es atribuible única y exclusivamente al objeto que, en el caso analizado, viene a ser aquí el festejo en sí mismo; resulta absolutamente incongruente, un contrasentido, que desconocida como ha sido la ANC así como todos los actos hasta ahora emanados de ella, se atienda su convocatoria para pronunciarse sobre un particular acto que ella convoca.
La participación del pueblo, el soberano, de manera análoga a los copropietarios en la simplificación anterior, podría subsanar en principio el vicio de consentimiento que acompaña la génesis misma de la ANC aunque no la legitime del todo dado otros elementos, tales como las bases de su composición y su propio desempeño, que la continuarían tiñendo de ilegitimidad; pero con seguridad, el aparato de propaganda del régimen sabrá tomar oportunidad de un evento como ese para capitalizarlo a su favor.
Por otra parte, resulta imperativo advertir que el régimen, en principio, tiene muy poco que perder. Aún en el escenario negado que el texto constitucional fuera rechazado en la consulta refrendaría, la írrita ANC recibiría un influjo importante de legitimidad y aquello no sería óbice para que el régimen intente avanzar la reforma y la transformación política del país por otros medios, como ya lo hiciera luego de la derrota electoral del año 2007. Por ejemplo, la instauración de un Estado comunal en Venezuela avanzó pese al rechazo popular expresado en las urnas ese año 2007. En ejercicio de lo poderes supra constitucionales abrogados por la ANC pocos serán los obstáculos en el camino para la consolidación de los dislates que se plantean ahora en la nueva propuesta de texto constitucional, a menos que las fuerzas opositoras coincidan en una estrategia que convoque un masivo respaldo popular.
Al momento considerar si convocar al voto o llamar a la abstención debe tenerse presente de igual manera el impacto que un curso de acción u otro podría tener sobre el terreno avanzado en la consecución de respaldo internacional a la causa de la rescate de la libertad y la democracia en Venezuela. La ANC es un órgano espurio y no reconocido por importantes actores de la comunidad internacional. Así, antes de adoptar una decisión u otra, el liderazgo opositor venezolano está obligado por el estado de situación actual a evaluar concienzudamente aquello que recomendará al elector de cara a maximizar el interés general y no las mezquindades partidistas o individuales que tanto daño nos han hecho.
El llamado es a minimizar las pérdidas seguras y a maximizar las pocas ganancias que el proceso augura.