No son pocos los líderes de oposición que ven en la Carta Democrática Interamericana el último recurso para resolver la crisis que atraviesa Venezuela. Ello debería ser motivo de preocupación para la gran mayoría de quienes sin detentar posiciones de liderazgo claman por un cambio político en el país. Una vez más, se yerra en la exacta apreciación de las consecuencias de un curso de acción determinado.
No se trata de si están dadas las condiciones, tanto materiales u objetivas como subjetivas, para la activación del citado instrumento interamericano. En el supuesto de determinarse que en el país se han producido situaciones que afectan o puedan afectar el desarrollo del proceso político institucional democrático o el legítimo ejercicio del poder, esto es, que se ha producido una ruptura del orden democrático, ello se constituiría, mientras persista, en un obstáculo insuperable para la participación del gobierno venezolano, de acuerdo con la letra de la Carta, en las sesiones de la Asamblea General, de la Reunión de Consulta, de los Consejos de la Organización y de las conferencias especializadas, de las comisiones, grupos de trabajo y demás órganos de la Organización. En síntesis, una suspensión del sistema interamericano, lo cual no le exime del cumplimiento de sus obligaciones como miembro de la Organización, en particular en materia de derechos humanos.
En la práctica, más allá del activo moral que esta sanción representaría para los sectores de oposición en Venezuela y lo entredicho en que quedaría la gestión administrativa del gobierno venezolano, una suspensión de Venezuela del sistema interamericano le daría mayor libertad de acción al gobierno que entonces se sentiría libre de sus compromisos con la OEA, aun cuando esto sea inconsistente con el artículo 21 de la Carta Democrática Interamericana. Adicionalmente, en virtud de la poca o nula participación de Venezuela dentro del sistema financiero y de cooperación interamericano, su exclusión de estos sistemas no tendía efectos ostensibles en los programas y proyectos del gobierno, con lo cual tampoco se vería o sentiría presionado por esa parte.
En conclusión, así como el cambio no lo daba ganar la Asamblea, este tampoco se obtendrá con la sola activación de la Carta Democrática. El reto de la oposición hoy día se encuentra en identificar las mejores herramientas para enfrentar un régimen de características sui generis como pocos en el mundo. Mi contribución para ello es que repasemos la historia, tanto universal como patria. Solo conociendo el pasado estaremos mejor preparados para enfrentar el futuro.
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