¿La gasolina, cuestión de principios o de valores?
Desde hace unos años (1989 para ser precisos), los precios de venta de la gasolina y su regulación en nuestro país han sido un asunto incendiario. Hablar de aumentar la gasolina era un tema tabú, de eso no se discutía y con más facilidad se podía debatir sobre deponer presidentes que de aumentar el combustible.
Pero qué ha significado para nosotros y cómo ha influido en nuestra apreciación esa inamovilidad.
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Luego del Caracazo, a cuyas primeras manifestaciones se les atribuye que fueron producto de las medidas económicas tomadas por el Gobierno de Carlos Andrés Pérez que incluían alza de 30% los precios del transporte, incremento anual del precio de la gasolina, el primero en un 100%, pareciera que nuestra relación con la gasolina pasó a convertirse en un verdadero combustible de la violencia, lo que pareció convertirlo en un principio, un algo elemental en nuestra relación con el país.
Acá es preciso aclarar algunos puntos.
Los principios son valores, pero como su nombre lo indica, son aquellos que dan inicio, son conceptos inamovibles, con un carácter fundamental y así definen la construcción de otros valores. Por ejemplo: la legalidad se sostiene sobre el principio de que los ciudadanos y los gobernantes están sometidos a las leyes o valores como la rectitud o la igualdad.
Los valores, por su parte, como hemos mencionado en nuestro artículo: ¿Qué son los valores? son los que asociamos a lo que es merecedor de nuestro aprecio y deseo, y se determinan por nuestra relación y la de los demás con lo que es objeto de ese valor. Los valores pueden ser mudables, mientras que los principios permanecen en nuestra consciencia como un componente esencial que nos determina: las personas mueren por sus principios según el valor que otorguen a estos.
Aclarados estos puntos vuelvo a mi pregunta, ¿ha sido la gasolina un asunto de principio o de valores para los venezolanos?
¿Será que cuando hemos considerado que el precio de venta de la gasolina como inamovible lo hemos colocado en el cajón de los principios? La lucha que se ha producido para mantener ese precio ha terminado por determinar nuestra condición como nacionales. Ciertamente usted podría decir que no ha luchado por que no aumenten la gasolina, el asunto es que la pretensión de aumentarla que devino violencia se introdujo en nosotros como un símbolo, por lo que aumentarla despertaría de nuevo al monstruo.
Parece que nuestra lucha se concentra en mantener el precio irreal de un producto, y esa lucha se ha colocado por encima del valor monetario que otorgamos a la cosa como producto.
Pareciera que la gasolina dejó de ser una mercancía y se estableció como un acuerdo de comunicación entre el gobierno y los ciudadanos, la gobernabilidad se permite en la medida en que los individuos son participes de una regalía. ¿El combustible acaso ha tomado el lugar que podrían ocupar la libertad o la justicia?
Si los valores dependen del aprecio o deseo que tenemos a algo, es porque ese algo es digno de nuestro valor, es decir que lo merece porque juzgo su importancia para mí.
Ahora bien, siempre necesitamos la gasolina, con ella se mueven los camiones que movilizan los alimentos, el servicio de transporte, los vehículos particulares, las ambulancias y muchas otras cosas que seguramente yo ignoro. Sin embargo, una vez que la gasolina va perdiendo su valor monetario, su valor como mercancía, se va convirtiendo en algo como el aire, todos lo apreciamos y lo necesitamos para la vida pero nuestra consciencia de su valor desaparece a menos que lo necesitemos o nos hagamos conscientes de esto, mientras tanto, solo está allí y lo usamos. Sé que es un poco rebuscado comparar la gasolina con el aire que respiramos puesto que la gasolina requiere de un esfuerzo de fabricación, mientras que el aire que respiramos requiere del esfuerzo de cuidar nuestro entorno.
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No obstante, parece que lo del esfuerzo nos cuesta más de lo que debería. ¿Es posible que sistemáticamente hayamos ido perdiendo el valor al esfuerzo de realizar un trabajo?
Cuando adquirimos un conocimiento nuevo y lo ponemos en práctica, cambiamos la valoración que tenemos de nosotros mismos, a esto se une el reconocimiento (monetario, social, etc.) que obtenemos de los demás. Cuando el hombre o una empresa producen determinado producto, agregan a sus costos de producción la inversión en horas-hombre para alcanzar ese producto, esto se contabiliza por el grado de especialización que se requiere para la producción; la hora-hombre de un especialista será más valiosa que la hora-hombre de un no especialista. Ahora bien, cuando no recibimos este reconocimiento, nuestra autovaloración se desploma.
Así que si somos incapaces de reconocer el valor de un producto como la gasolina y lo hemos ido transformando en un medio de comunicación con el poder, será que se ha visto oscurecida nuestra mirada frente a lo que es realmente importante, ¿habrá influido en nuestra autovaloración, como ciudadanos, tener la gasolina más barata del mundo?