Por inverosímil que parezca la languideciente democracia en Venezuela podría recibir la estocada final el próximo veintidós de abril si la írrita Asamblea Nacional Constituyente (ANC) y el genuflexo Consejo Nacional Electoral acogen la propuesta de convocar unas “megaelecciones” que conlleven a la renovación de los veintitrés consejos legislativos y los trecientos treinta y cinco consejos municipales del país, así como a la Asamblea Nacional y la primera magistratura de la República; tal como lo propuso el presidente venezolano la tarde del veintiuno de febrero de 2018.
Las elecciones, elemento medular de las democracias representativas a través del cual se elige a quienes habrán de ostentar cargos políticos, podrían asestar el coup de grâce a la que fuera una vez la democracia a emular en muchos espacios y conducirán, con poca duda de ello, a la final y definitiva instauración del totalitarismo en Venezuela.
La apuesta última con esta jugada pareciera ser la eliminación de la oposición tal como hoy la conocemos y el modelaje una oposición que sirva aún más a sus propósitos totalitarios. Con lo cual, la arenga del presidente de Venezuela, esta tarde, respecto a olvidarnos de elecciones por un rato luego de las “megaelecciones” de abril, para concentrarnos en la recuperación económica, es probable que cumpla únicamente su fin natural, el cual no es otro que enardecer el ánimo de los oyentes. Elecciones habrá, casi seguramente, cada vez que haya de elegirse un nuevo gobernador o un nuevo alcalde porque el órgano legislativo correspondiente destituyó al ejecutivo en ejercicio.
Una vez purgados los distintos niveles de gobierno y creada una oposición a la medida del régimen cualquier iniciativa de cambio político se hará más difícil. Es hora de que la oposición reflexione sobre el rol que le corresponde en estas horas aciagas que ensombrecen el espíritu de los verdaderos demócratas. Sin embargo, no sólo deben reflexionar los dirigentes de los distintos partidos de oposición; esta convocatoria invita también a todo opositor sin cargo de dirección política tanto a hacer propuestas como a exigir alternativas y opciones a quienes lamentablemente nos han conducido hasta acá. Ahora más que nunca es el momento, luego será demasiado tarde.
En política, los espacios no se ceden; esa es una máxima universal que en Venezuela parecen comprender sólo los militantes del partido de gobierno, quienes se preparan para recuperar todo aquello que han perdido. Y léase bien, el adjetivo empleado fue “perdido”, no cedido; porque si algo les caracteriza a ellos, es su constante lucha por ganar y asirse de espacios.
Entender las circunstancias del momento se hace fundamental. La presentación de candidatos tiene costos, igualmente lo tiene su no presentación; pero ambos costos son necesariamente distintos en una u otra situación. ¿Qué costos como sociedad estamos dispuestos a asumir? El debate es imperativo y el tiempo se agota.