Cualquier sociedad, desde las arcaicas hasta las modernas, en el transcurrir del tiempo, ha sentido la urgencia de generar un culto a los héroes. Basta asomarse a la historia para comprobar tan indomable dedicación, numerosos y gruesos tratados se han escrito sobre dicha necesidad, miles de películas se filman cada año para avivar las liturgias de su influencia en la historia, entre otros artilugios de ceremonias para excitar la memoria de los inmortales.
Pero ¿por qué seguimos atados a ellos? ¿Qué nos hace sentir la necesidad de
mantenerlos tan cerca de nosotros? ¿Por qué esta urgencia en proteger la memoria de un cuento?
Los seres humanos nos comunicamos por medio de signos y símbolos, de esa forma podemos transmitir a los demás nuestro pensamiento. Las palabras son signos. Ellas, por ejemplo, representan ideas de cosas más complejas, cuando digo “agua” no tengo en mis manos el agua en sí, pero ustedes saben de qué hablo y a sus mentes viene la imagen del agua que les sea más familiar, más cómoda o deseable y tal vez en algún caso más terrible. Si acaso muestro una cruz roja sobre un fondo blanco todos entenderemos a qué me refiero, pues usamos ese símbolo para representar a la organización de la Cruz Roja, así la ubicamos de manera fácil, dentro de una ciudad o cuando hay un peligro o una catástrofe.
De un modo mucho más complejo los héroes son como la imagen de la Cruz Roja para la sociedad, pues son útiles para comunicar dónde están (es decir, cómo se comportan) los hombres ante ciertas eventualidades, son indicadores morales de ideales, pero sobre todo de virtudes, de alguna manera son regentes de la vida social, van señalar la actuación, las costumbres de los individuos que están alejados del tiempo del héroe.
Es indispensable discernir ¿a quién llamamos héroe? ¿Cuál es el individuo seleccionado entre los otros al que le colocamos esa distinción?
La vida de los hombres está determinada por sus acciones, la influencia que esas acciones tendrán en los demás; es por eso que “consideramos” que un individuo es un héroe cuando evaluamos que durante su vida emprendió una serie de acciones épicas, nobles y generosas para alterar el destino de los hombres, estas acciones están envueltas en un manto de justicia y ese esfuerzo no se ve contaminado con el miramiento por la utilidad propia, al contrario, el héroe está siempre dispuesto a sacrificarse por aquello que es justo.
Si consideramos un instante la Alocución a la poesía, encontraremos que para Andrés Bello los héroes comparten ciertas características como la valentía o el arrojo, un ejercicio constante de la sabiduría y la belleza y la búsqueda de un bien mayor: la justicia a través de la honestidad. Para Bello el héroe está condenado a una irremediable muerte trágica y es lo que consagra su epopeya. Así el principal atributo del héroe es la justicia.
Luis Felipe Toro, Juan Vicente Gómez, Colección Biblioteca Nacional.
No me resulta difícil señalar que la justicia suele ser una virtud muy desagradable y que más de uno tratando de subirse al panteón de la historia la ha usado modificándola a su provecho para manipular a otros. El fundamento de la justicia está en un acto de la consciencia como hombre libre que somete a su juicio la realidad y determina que me guste o no debo tratar a todos de la misma forma, respetándolos como seres humanos, aun cuando eso me perjudique.
El héroe no impone su visión del mundo, defiende un mundo justo.
No podemos prescindir de los héroes, como no podemos prescindir del lenguaje o de los cuentos, sin los héroes el hombre estaría incompleto, entonces, observemos a los héroes, los verdaderos, los justos, esos que soportan el temblor de las páginas de la historia para resurgir a ese rito de la memoria; los falsos también deben permanecer allí para escarmiento de la historia, por encima de las pompas.