La superación de la pobreza ha sido el norte perseguido por muchos líderes políticos. Sin embargo, pocos han tenido éxito en esta empresa. Y ello por la única razón de ignorar qué es propiamente la pobreza y confundir la riqueza con los activos materiales de las “clases privilegiadas”.
Charles de Rochefort, Histoire naturelle et morale des iles Antilles de l`America, 1658
Usualmente, estos líderes, quienes no comprenden la verdadera dimensión de la pobreza tienden a abordarla como el correspondiente negativo de la riqueza; reduciendo así a la pobreza sólo a uno de sus síntomas, el más falaz de todos: la falta de dinero. Esta apreciación errada lleva a pensar que la pobreza puede ser superada dando algo más de dinero al pobre, como si la pobreza individual fuese una representación apropiada de la pobreza como fenómeno social.
No entender que la pobreza es la incapacidad de generar riqueza conduce a derroteros poco felices. No han sido pocos los gobiernos que henchidos de buenas intenciones han hecho al pobre más pobre, en términos de la propia interpretación de la pobreza que se ha señalado antes. Una mayor disponibilidad de dinero en efectivo, de crédito o de otros instrumentos de alta liquidez, sin la correspondiente creación de riqueza, sólo crea inflación y hace al pobre más pobre como consecuencia de la pérdida de poder adquisitivo de la moneda. Del mismo modo, la transferencia de riqueza, de los ricos o del Estado mismo al pobre no harán a este último menos pobre cuando haya agotado esta transferencia.
La clave para la superación de la pobreza yace en la generación de riqueza, un tema muchas veces relegado por la necesidad de la pobreza como fenómeno social que ciertas clases dominantes disimulan haciendo creer a quien recibe una dádiva que el problema no es la ausencia de aquella capacidad sino la envilecida alma del rico que los desprecia.
"Si das pescado a un hombre hambriento, le nutres una jornada. Si le enseñas a pescar, le nutrirás toda la vida". Lao-Tsé