“Esta es la única ciudad del mundo
que ha extraviado su río”
Adriano González León
Si un Caraqueño tuviese que pensar en su ciudad, es posible que lo primero que venga a su mente es el Ávila, omnipresente, y cuando no se está a los ojos de la montaña, se está ante el rumor del Guaire, que acompaña incesantemente el palpitar de este valle.
Río Guaire entre el Parque Los Caobos y la Hacienda Ibarra, 1934, Helmut Neumann, Caracas amada Caracas
Una de las primeras historias del río es contada por José de Oviedo y Baños, quien lo menciona en la denominada “Batalla del Guaire”, a la orilla del cual el Cacique Tamanaco se enfrentó a Francisco Fajardo en un intento por detener el avance de los colonos. Luego de fundada Caracas, Arístides Rojas deja claro en una de sus crónicas, la importancia de este afluente para el desarrollo de la incipiente ciudad; su curso daba vida a las haciendas apostadas en su paso, la caña amarga y el café abundaban, los pobladores edificaban sus casas en las riberas y hasta pequeños molinos de agua podían divisarse. Rojas, cita a Fray Simón: “el valle de Caracas estaba sembrado de trigo y cebada, de caña dulce, de añil y hortalizas, sobre todo de repollos, higos, granados, uvas y membrillos, el tabaco, la zarzaparrilla y el ganado que en abundancia suministraba cantidad de cueros, sebo y corambre”. Refiere Rojas además, que en 1609, entre el Guaire y el Anauco, se estrena el primer trapiche de la ciudad.
Alejandro Humboldt, relata en 1800, que el río Guaire “se forma cerca de las adjuntas, de la confluencia de los pequeños ríos de San Pedro y Macarao y se dirige desde luego hacia el este, hacia la cuesta de las auyamas y después al Sur, para reunir sus aguas más debajo de yare, con las del río Tuy”, distancia que suma 72 km de acuerdo a cifras estimadas. La mayoría de quebradas y ríos que abundan en Caracas como Caroata, El Anauco, El Valle, Catuche, Quebrada Chacaíto, Sebucán, Agua de Maíz entre otras, son sus afluentes. Su cauce era navegable en algunos tramos y por él se llevó la madera con que se construían las casas de la época. Según las crónicas, se podían pescar bagres, anguilas y atrapar crustáceos que se vendían de casa en casa y en el mercado de la ciudad. Es posible que hayan sido Bagre Chacaíto o Bagrecito del Ávila, especies endémicas de Caracas en peligro de extinción.
Las aguas del Guaire eran predilectas para los baños, lavar ropa, abrevar a las bestias y disfrutar de su paisaje. A pesar de la limpidez de su corriente, se cuenta que los pobladores preferían beber las aguas de Catuche y las clases más pudientes mandaban a traer agua del río el Valle, pues según Humboldt, existía la creencia de que las aguas tomaban propiedades de las plantas que circundaban el cauce y aquellas estaban rodeadas de zarzaparrillas. Como centro de esparcimiento, el Guaire era bastante popular; concurridos eran el “Pozo de la vieja” ubicado en Antímano, en el cual solo se podían bañar los hombres, y en Caricuao el “Pozo de la vuelta”. Por su lado, los habitantes de El Paraíso procuraron otra forma de diversión para los niños de 1900, colocando pequeñas barcazas en un tramo aprovechado para la ocasión.
Su curso daba vida a las haciendas apostadas en su paso, la caña amarga y el café abundaban, los pobladores edificaban sus casas en las riberas y hasta pequeños molinos de agua podían divisarse.
Tal como sucede hoy día, el Guaire ocasionó grandes inundaciones en el Valle de Caracas. En 1892 llegó hasta lo que hoy es Parque Central, el Paraíso se vio perjudicado a comienzos del siglo XX y en 1958 se abalanzó sobre las Mercedes; en los 70 afectó la zona de su nacimiento en las adjuntas y en los 90 se desbordó en la California; actualmente hace estragos en la zona del Llanito- Petare. En un testimonio aparecido en el Nacional (1946), se narra lo siguiente: “no era nada el aguacero, sino el ruido de ese monstruo que día y noche iba creciendo más y más… En 1892 se recuerda la más tremenda creciente del Guaire, que tumbó ranchos y casas y arrancó de cuajo árboles, dejando sus raíces afuera y tendiéndolos de una a otra orilla”. Sin embargo, esta fuerza del Guaire también fue aprovechada para ubicar las primeras estaciones hidroeléctricas que ofrecieron electricidad a la ciudad, ubicadas en El Encantado (1897), Los Naranjos (1902) y La Lira (1911).
La tragicomedia del Guaire comienza a partir de una decisión de Guzmán Blanco, quien dota a la ciudad de cloacas y alcantarillas que desembocarán en el río, y continua hasta nuestros días con el malogrado Proyecto de Saneamiento del Río Guaire, el cual invitaba a los caraqueños a bañarse en sus aguas en un futuro no lejano; “broma gubernamental” que jugó con los anhelos y esperanzas de los ciudadanos que sueñan con vivir en una ciudad mejor.
Luego de más de un siglo de silencio caraqueño, este río del cual se piensa que su contaminación se queda en la ciudad y va a parar al lugar mágico que resume nuestra mansedumbre, no desemboca directamente al mar, pero todos sus desechos se tributan en el río Tuy, el cual también se ha visto gravemente afectado. Se calcula que 18 mil litros de aguas servidas llegan a cada segundo al torrente y se han hallado, en las orillas de Río Chico y Boca de Paraparo, así como en especies marinas de la zona, niveles moderados de metales pesados como plomo y cadmio. Estos metales pueden conllevar deformaciones en los huesos, descalcificación, daños al sistema inmune y al Sistema Nervioso Central, infertilidad, entre otros. Sin contar además del consecuente impacto al desarrollo turístico de zonas tan concurridas como Higuerote, que se encuentra tan solo a 15 km de la desembocadura del Tuy. Por ejemplo, caer en las aguas del Guaire podría producir fiebre tifoidea y paratifoidea, disentería colibacilar, cólera, hepatitis infecciosa, poliomielitis y bilharziasis (Esquistosomiasis). Aún así, de las cuatro plantas de tratamiento proyectadas para el saneamiento, solo se ha construido una.
Pero algunos caraqueños, como las garzas y los árboles que aún florecen en este caño, insisten en ver el fondo del río: se sabe del caso de algunos ciudadanos que trabajan reciclando papel que amontonan en bolsas negras en las riberas cercanas a las Mercedes, y allí mismo, la noticia de unos muchachos y otra de unas muchachas que llegaron a bañarse en el cauce mientras cocinaban y bebían en su orilla. Para los recolectores o recicladores, el río siempre trae cosas valiosas y en algunos casos cadáveres o sus partes, pues ha sido utilizado como morgue al aire libre de delitos escabrosos. No conforme, está el ejemplo de quienes construyen su vivienda en las riberas, indigentes sobre los que el Colectivo Audiovisual El Resort realizó un documental llamado Guaire seco.
Embaulamiento del Río Guaire, a la altura del Parque de Los Caobos. Col. Caracas Documental
Siempre que se habla del Guaire, se hace con una gran nostalgia, como si se hubiese nacido luego de la mitad del siglo antepasado, conocido claro y cristalino, como si intuyéramos algo en nuestras venas tan importante que no es posible hacerlo a un lado. El río lucha junto a ese espíritu silencioso que nos contagia, entre una fauna y flora que debió ser mucho más exuberante de lo que es ahora, donde aún pueden observarse garzas y caricares, escucharse guacharacas y pequeñas aves de todo tipo revoloteando y escudriñando entre ceibas, bucares, apamates y araguaneyes, sin contar a los zamuros que son los amos del río. Esta esperanza fue expuesta en el 2013 en un encuentro llamado “Caracas y un río de posibilidades”, en el cual se discutió el gran potencial para la recreación y hasta la movilidad que podrían ofrecer las quebradas y ríos que atraviesan la ciudad y saltaron ejemplos de cursos de aguas que han sido recuperados en Colombia, España, Alemania, Francia, Inglaterra, Irak, Corea del Sur, entre otros.
Luego de más de un siglo conviviendo con el Guaire en el estado que se encuentra, es hora que “en la tierra mansa” se alce la voz en favor de uno de los íconos más maltratados, humillados y burlados de la historia caraqueña y venezolana. El Guaire es un retrato translúcido de nuestra sociedad, nuestra cultura y nuestro aletargamiento ante los problemas; de nuestra indecisión entre lo importante y lo urgente, de nuestra estrechez de pensamiento ante el futuro, de la podredumbre oculta tras la sonrisa y la falta de voluntad para acordar y luchar por lo nuestro, como lo hicieran los Caciques de este Valle y no apoltronarse al partido y las políticas del momento.