No es de extrañar que los venezolanos tengamos problemas con el tiempo, y no me refiero al clima sino a nuestra relación entre la medida que hacemos del transcurrir de la vida humana y nuestra capacidad de adaptarnos a ese acontecer (Vaya este comentario sin demasiada alusión a la indeterminada fecha de las parlamentarias)
Y digo que no es extraño porque no es ninguna novedad, puesto que con frecuencia desde antes del nacimiento de Venezuela como país hemos enfrentado el incumplimiento de los lapsos; por una u otra circunstancia parecemos condenados a lo imponderable, a lo indeterminado como si se tratara de un principio al cual no podemos faltar.
Una de esas historias que confirman nuestra curiosa imprecisión es la del Calendario Manual y Guía Universal de Forasteros para 1810, pequeño ejemplar que nuestra historia reconoce como el primer libro editado en Venezuela, y esto, sobre todo, porque no tenemos huellas tangibles de un libro anterior.
Encabezamiento del periódico caraqueño La Prensa, 1847
El asunto del Calendario manual… comenzó con la llegada del invento Guttemberg, que arribó a Caracas en 1808. Baste decir que ya la imprenta había llegado a México en 1539 y el primer libro Manual de adultos fue impreso en 1540; al Perú había llegado la máquina en marzo de 1580, editándose La pragmática de los diez días en 1584, primer libro impreso en Suramérica. Así, la imprenta alcanzó nuestras costas con un considerable retraso de tres siglos y si bien los siglos son efímeros para la vida humana en general, consideremos las generaciones de habitantes de la Capitanía General de Venezuela que vivieron sin imprenta. Aun cuando las gestiones se habían iniciado en 1800, sólo en 1808 pudo ser instalada en la calle de la Catedral y de sus planchas salió, el 24 de octubre de 1808, la Gazeta de Caracas, un pequeño periódico. En esa primera edición los impresores refieren:
se suplica a todos los sujetos y señoras, que por sus luces e instrucción se hallen en estado de contribuir a la instrucción pública y a la inocente recreación que proporciona la literatura amena, ocurran con sus producciones en prosa o verso a la oficina de la imprenta, situada en la calle de la Catedral, del lado opuesto de la Posada del Ángel; y se ofrece corresponder a este favor empleando el mayor cuidado y prontitud en el despacho.
En ese misma reseña se indica que las impresiones tendrían un costo de entre veinte y cuatro pesos por cien pliegos, recordemos que la suscripción a la Gazeta anual era de ocho pesos y comprarla diariamente tenía un costo de real y medio.
Gazeta de Caracas, 27 de abril de 1810
No obstante, tal vez por el precio o tal vez por desconfianza en los impresores y los gobernantes nadie pareció acercarse a la imprenta para publicar durante dos años, y no me refiero a que se publicaran proclamas, sino que no se publicó ni un discurso, ni un sermón, ni un libro de poemas. Pero, tal vez no existió tal vacío editorial, sino que los ejemplares publicados desaparecieron durante las guerras o el terremoto. García Chuecos apunta que el primer ejemplar publicado en Venezuela pudo ser un libro titulado: Memoria de los abonos, cultivos y beneficios que necesitan los diversos valles de la Provincia de Caracas para la plantación de café. Presentada al Real Consulado por un Patriota que se interesa en la prosperidad de la agricultura. Probablemente el ejemplar circuló hacia 1809, lo cierto es que llegamos a saber de él gracias a una reimpresión que se hizo del mismo en 1833, no obstante no existen más noticias de la Memoria de los abonos… ni tan siquiera el privilegio de la Corona, para su publicación.
Las referencias al Calendario manual… comienzan el 27 de octubre de 1809, en el Nº 68 de la Gazeta en la que se publica el prospecto para el librito:
La provincia de Venezuela debe elevarse al rango que la naturaleza le destina en la América. Como parte integrante del Gobierno de la Metrópoli ocupa un lugar distinguido en su sistema político, y como uno de los más privilegiados territorios del Continente Americano debe tenerlo entre los Pueblos cultos del Nuevo Mundo…
El librito estaría compuesto por “un almanaque civil, astronómico y religioso; un cómputo eclesiástico; fiestas móviles; distribución del jubileo circular; épocas memorables del mundo, la América y la Provincia y gobierno actual de la Metrópoli, una historia de Venezuela y una serie cronológica de sus gobernadores y capitanes generales, principales conquistadores y pobladores”. El precio de venta inicial a quienes se suscribían y pagaban por anticipado era de 12 reales por cada ejemplar, y de 16 reales a los no suscritos.
Los calendarios manuales eran una combinación de guía de viajes con directorio, algo muy práctico para los habitantes y los ocasionales viajeros dado que permitía conocer informaciones practicas del lugar y sus habitantes, se les llamaba manuales por su tamaño de un octavo o doceavo, lo que los hacia fáciles de transportar y manejar.
Una de estas sátiras fue Kalendario Manual y guía de forasteros para el carnaval de 1768 y otros en el que se lee: “Impreso con superior Privilegio de la decencia en la oficina de Venus, calle de los Placeres enfrente del templo de la juventud, por Adonis Jacinto del Eco, impresor de Cámara y Alcoba en Citerea”
Estos calendarios manuales habían comenzado a ser utilizados en 1722 en Madrid y rápidamente se hicieron muy populares, no sólo encontramos calendarios manuales en Europa, sino también en México, en Santa Fe de Bogotá y en Bolivia. Para publicarlos era necesario el permiso del Rey o del Virrey; con el tiempo se fueron convirtiendo en libros en donde se ridiculizaba la necesidad del permiso o la calidad de los “notables” incluidos en él. Una de estas sátiras fue Kalendario Manual y guía de forasteros para el carnaval de 1768 y otros en el que se lee: “Impreso con superior Privilegio de la decencia en la oficina de Venus, calle de los Placeres enfrente del templo de la juventud, por Adonis Jacinto del Eco, impresor de Cámara y Alcoba en Citerea” y la ironía, como es costumbre, no fue bien tomada por las autoridades que condenaron a su autor Don José Cadalso al destierro. Asimismo en México se publicó un poema titulado: México por dentro o sea guía de Forasteros, en el que se señalaban las calles en las que era posible encontrar prostitutas, cuartos de hoteles, o embaucadores, el cual también fue prohibido por gentes poco dadas a las burlas, nos referimos a la inquisición.
Pero volvamos a nuestra historia, a este anhelo venezolano de “elevarse al rango que la naturaleza le asigna…”: el librito caraqueño fue organizado por Andrés Bello, fue él en su carácter de editor quién solicitó a las provincias de la Capitanía los datos que eran indispensables para llenar el calendario, no obstante la recopilación de estos datos se convirtió en una tarea imposible lo que hizo que el 29 de diciembre en el Nº 77 de la Gazeta se presentara un aviso que señala el primer retraso en la publicación del Calendario…
Sin embargo de que se tuvieron presentes las circunstancias que habían de acompañar el proyecto de la edición de la Guía de Forasteros, para no ofrecerla precisamente para los primeros días del año; cree el Redactor su deber hacer presente al público que la distancia a que se hayan algunas provincias y ciudades cuyas noticias son importantes y las preferentes ocupaciones de algunos jefes y magistrados de ellas han retardado involuntariamente las relaciones que se esperaban. Por estas razones promete el Redactor que el público se servirá sacrificar sus deseos a la exactitud con que se procurará satisfacerlos luego que se completen los materiales indispensables.
Así llegó 1810 y a los cinco días del nuevo año la Gazeta de Caracas informó que la mitad del ejemplar estaba lista e impresa pero, como nada puede ser fácil, la imprenta se quedó sin impresor, ya que el operario, un esclavo que habían traído Gallanger y Lamb, se enfermó los primeros días de enero y murió un mes después, dejando a los impresores sin operario. Los días pasaron y las condiciones se complicaron el 19 de abril de 1810, cuando la Junta Suprema de Caracas asume el nuevo Gobierno, casi dos meses después, el 2 de junio de 1810, se publica una notificación que reza:
El Redactor de la Guía de Forasteros en Venezuela deseoso de acreditar al público su exactitud, tiene el honor de anunciarle que ha resuelto darle el fragmento de esta obra que estaba fuera de la prensa cuando sobrevino el nuevo y deseado orden de las cosas...
Los ejemplares se colocaron para la venta a partir del 10 de junio en la tienda de Don Manuel Franco en la esquina de la Torre. Nuestro naciente mundo editorial había quedado imbuido en esa flexibilidad temporal que tenemos: El Calendario manual tuvo que ser vendido a la mitad de precio (6 reales) dada su maltrecha esencia de calendario que era sofocada por la fecha de publicación, además los datos no estaban completos y algunos eran discutibles, si tomamos en cuenta el cambio de autoridades. No tenemos noticias de nuevos Calendarios manuales y guías de Forasteros después del de 1810 en Venezuela; en México y Perú continuaron imprimiéndose aún después de la Independencia, pero es probable que en Venezuela no se consideraran lo suficientemente útiles o no era posibles dada la epilepsia política. José Moncada Moreno, reconocido bibliógrafo, afirma que el ejemplar de la Guía de Forasteros que se encuentra en el Museo Británico en Londres fue adquirido aquí por James Mudie Spence, cuando visitó Venezuela entre 1871 y 1872; es decir que 60 años después de su edición aún era posible encontrar este Calendario suspendido en un tiempo que ya no le pertenecía.