Primera pàgina del No II del Mercurio Venezolano. Facsìmil.
La sociedad tiende a mirar los procesos que vive como eventos solamente atribuibles a una élite, a un ente ajeno (el Gobierno, el Estado, el partido), desprendiéndose así de las responsabilidades que le son propias, como si las políticas, las decisiones y las voces de mando tuvieran el poder mágico de materializarse por sí mismas. Pero no es así, las sociedades son responsables en buena medida de los grupos de poder que las lideran, y las órdenes que estos grupos generan son cumplidas por algunos otros miembros de la colectividad que, ya sea porque comparten el criterio o porque ni se preocupan por cuestionar lo que se les indica, se convierten en sus ejecutores.
Alguien materializa la idea, la hace posible, la convalida desde su acción individual, la ejecuta, y eso no puede ser omitido a la hora de revisar el devenir de la historia.
Hannah Arendt, por ejemplo, tras hacer un seguimiento al juicio emprendido contra el líder nazi Adolf Eichmann, llegó a varias conclusiones que todavía hoy despiertan polémica acerca de cuanto ocurrió en el “Holocausto”. Destaca su señalamiento crítico hacia el espíritu colaboracionista de muchos gobiernos, organizaciones de diversa índole, de la sociedad civil e, incluso, de los llamados consejos judíos, ante las iniciativas que Adolfo Hitler impulsaba. Nadie estaba ajeno a lo que pasaba ni a la barbarie que se imponía, pero colaboraban con el sistema ya fuera por temor, conveniencia o por una vulgar poquedad.
De alguna forma Simone de Beauvoir en “El segundo sexo” explica la compleja relación que se da entre opresor y oprimido, la cual permite darle continuidad a la situación. Así, entre otros casos, explica cómo “el esclavo, en su dependencia, esperanza o temor, interioriza la necesidad que tiene del amo”.
Ambos señalamientos vistos en frío despiertan una condena casi inmediata; pero no ocurre así en el día a día, cuando, por tomar un ejemplo cotidiano, un agente policial con plena conciencia de que violenta derechos humanos básicos al cumplir una orden contra un grupo de manifestantes igualmente ejecuta la acción como parte de su trabajo y convalida así un hecho que debería ser inaceptable para todos.
Robert Darton en su libro “Censores trabajando”, donde revisa varios procesos históricos de censura de la palabra impresa (la Francia borbónica, la India británica y la Alemania Oriental comunista), da cuenta también de cierto proceso de colaboración que llegó a darse entre censores y autores, consumando el fin último de los sistemas políticos del momento que buscaban el control de lo que se imprimía.
Ejecuciones, guerras, torturas, persecuciones y censura forman parte de una larga lista de hechos que se han concretado a lo largo de la historia humana gracias a quienes materializaron las órdenes recibidas. La responsabilidad no es exclusiva de quienes ejercen el poder. Pensar lo contrario es una simple forma de lavar conciencias y de seguir validando lo que no deja de acontecer porque como sociedad en realidad no queremos detenerlo.