A treinta años de la Marcha de los pendejos ¿seguimos siéndolo?

A treinta años de la Marcha de los pendejos ¿seguimos siéndolo?

La marcha de los pendejos. Foto: El Nacional. 15 de Junio de 1989

La marcha de los pendejos. Foto: El Nacional. 15 de Junio de 1989

En Venezuela no estamos marchando desde ayer, tenemos décadas avanzando en círculos sobre las mismas cuadras, protestando y exigiendo una solución a una larga lista de padecimientos que, por la persistencia, los catalogaría de crónicos. El mayor de ellos: la corrupción, con todas sus variantes y consecuencias. Pero no hay que olvidar esos problemas individuales que nos hacen pertenecer a la masa, como la indolencia, la prepotencia y ese desagradable atributo que llamamos viveza criolla. Y, precisamente porque hemos vivido inmersos en la viveza criolla, se hace necesario revisar su antónimo, revisitar el atributo de “pendejo” -a propósito de los treinta años de la marcha de los pendejos realizada en Caracas- para tratar de comprender qué significa esta propiedad para nosotros.

El concepto de pendejo

Pendejo viene del latín pecten, que se traduce como vello púbico, pero que también puede traducirse como peine.

En la mayoría de los países latinoamericanos se usa pendejo para designar al tonto, al pusilánime. En Perú su significado es astuto o travieso y en Argentina se usa para designar a los muchachos o adolescentes. En Chile se entiende como joven o como tonto, según la circunstancia (la relación entre la juventud y la tontería es obvia), mientras que en Venezuela un pendejo es un tonto de solemnidad o alguien de quien es fácil aprovecharse. Como señala el Diccionario del habla coloquial de Caracas, de María Elena D`Alessandro Bello, usamos pendejo para referirnos a una persona ingenua o a una persona bondadosa que por su bondad queda por tonta.

Le decimos a alguien que “tiene cara de pendejo” para decir que tiene cara de imbécil; “que deje las pendejadas” para que exigir que no juegue o que se tome en serio algo. Decirle a alguien: “qué pendejo eres” es decirle que es monumentalmente gafo. De allí frases como “eso te pasa por pendejo”, que nos invita a repensar qué tan bobos somos que no nos percatamos de un engaño o de un timo, y “fulano se hizo el pendejo en la calle y ni me saludó”, refiriéndonos a alguien que ha fingido ser distraído o descuidado por conveniencia.

Un pendejo es, en resumen, alguien caído de la mata, del que, como dice el dicho, todos hacen leña. Sin embargo, no es un insulto importante. Alexis Márquez Rodríguez en un artículo de El Nacional del 25 de marzo del 2001 nos dice que “la palabra «pendejo» es una de las más inocentes y candorosas”. Es, finalmente, un insulto un poco pendejo, como para aquellos que no se atreven con una verdadera palabrota.

Uslar Pietri, El pendejo número uno

Arturo Uslar Pietri

Cualquier venezolano con un conocimiento básico de historia contemporánea no puede separar la palabra “pendejo” de Arturo Uslar Pietri.

Esto se debe a que el 14 de mayo de 1989 durante el programa Primer plano conducido por Marcel Granier, donde Uslar Pietri dijo:

“Si usted decide meterse a peculador o ladrón, el riesgo de ir a prisión es mínimo. Aquí nadie sufre con meterse a pícaro, porque no hay castigo para eso”. (La mayoría de los venezolanos son honestos), “aunque serlo no le signifique alguna recompensa, y no faltará desde luego alguien que le diga: Caramba, ese hombre sí es honesto. Pero lo más seguro es que le declaren más bien pendejo”.

En 1989 decir “pendejo” en la TV no era usual, porque se le consideraba una grosería, y sobre menos que la famosa palabra fuera proferida por una autoridad como Arturo Uslar Pietri, lo que escandalizó a los televidentes. Algunos intelectuales salieron a reclamarle a Uslar argumentando que decir pendejo en la TV abría la puerta al lenguaje soez en los medios, pero -por esas cosas de la coherencia nacional- al mes de transmitido el programa los reclamos eran recuerdo y quienes primero criticaron, luego se unieron a marchar bajo la bandera de los pendejos. Pedro León Zapata, por ejemplo, se tomó para sí esta nueva forma de identidad y se hizo llamar el Pendejo Nº 2, puesto que a Uslar Pietri le correspondía ser el Pendejo Nº 1. Todos se quedaron esperando a que Uslar los premiara por su honradez, en su programa Valores Humanos, con la “Orden del pendejo.”

El necesario contexto

El contexto de la anécdota permite comprender mejor el grito desesperado de Uslar Pietri. 1989 fue un año de esos que se quieren olvidar, pero que debe ser recordado en todos sus detalles, pues en él se encuentra la clave de nuestro presente.

El 2 de febrero de 1989 Carlos Andrés Pérez toma posesión de la presidencia en medio de un espectáculo digno de una reseña en la revista Hola. En ese contexto anunciaba que las arcas nacionales estaban vacías y el país endeudado hasta la pared de frente, por lo que el 16 de febrero anuncia un conjunto de medidas económicas para reactivar la economía, que contaron con apoyo del Fondo Monetario Internacional y otros organismos internacionales, y que se conoció como “El Paquetazo”. O bien como consecuencia de las medidas económicas, como ello aumento de la gasolina, o bien porque algunos grupos irregulares aprovecharon el descontento popular y lo incentivaron, el 27 de febrero ocurre “El Caracazo”, con protestas violentas y saqueos que llevaron al nuevo Gobierno a tomar medidas de control, donde hubo un uso discrecional de la fuerza por parte de los cuerpos policiales y militares, lo que dejó decenas de muertes y violaciones a los derechos humanos.

Caricatura de Don Peli

Aun así, las medidas económicas siguieron su curso. El 7 de marzo ocurre el desmontaje del control de precios y el 13 del mismo mes comienza el mercado cambiario libre. Se ordena abrir una investigación al preexistente Régimen de Cambios Diferenciales (RECADI) y salta ante los ojos de los ciudadanos toda la pudrición de este sistema, que se vuelve emblema de la corrupción con numerosos escándalos que alcanzan los titulares de la prensa (como el Martha Colomina como presidenta de Venezolana de Televisión -VTV-, por los viáticos de unos viajes realizados a Nueva York y París). También en marzo Blanca Ibáñez huye del país con el estandarte de la descomposición de los poderosos. En medio de todo, la población hace cola para comprar leche, para cobrar un sueldo insuficiente y para medio gastarlo, mientras la Policía Metropolitana emprendía una paralización junto a otros gremios, a la que se suman 35 mil médicos del IVSS. Así crecen los sectores que se unen al gran paro nacional convocado por la CTV el 18 de mayo.

La marcha de los pendejos

El Nacional. 15 de junio de 1989

Ante la situación, más las palabras de Uslar Pietri, hubo una respuesta cívica que en parte fue alimentada por la comunidad artística. Personajes como Pedro León Zapata, Miguel Ángel Landa, Joselo, el Grupo Rajatabla, Un Solo Pueblo, César Miguel Rondón, José Ignacio Cabrujas, Ibsen Martínez, Mimí Lazo, Elba Escobar, junto a profesores de la UCV y gremios profesionales, entre otros, se dieron a la tarea de organizar una manifestación épica que esperaba llegar al Palacio de Miraflores para reclamar, en la sede del poder, el fin de la era de la corrupción y exigir de parte de un grupo de honestos -es decir, de pendejos- honestidad a los gobernantes.

El 15 de junio a las 2 de la tarde se agruparon todos los partidos políticos y asociaciones civiles en los alrededores del Ateneo de Caracas, en la Plaza Morelos. Los medios de comunicación reseñaron que la marcha tuvo tales proporciones que saturó la Avenida Universidad. La Plaza El Venezolano estaba desbordada y era imposible circular por la Avenida Urdaneta.

Jesús Rosas Marcano escribió “El himno de los pendejos”, que fue entonado por Un Solo Pueblo en la Plaza El Venezolano:

El Nacional

Aquí vamos los pendejos

en marcha que hace legión

firmes en la tradición

que nos dejó el tío Conejo.

Vamos hombres y mujeres

cantando con fuerza y gusto

las consignas de hambre y susto

que nos dejó ratón Pérez.

(…)

Gallináceos del mercado

la cárcel los busca urgente

por hacer lucro insolente

con las munas del Estado

Y ellos frescos hacen barra

como el humo del café

que todo el mundo los ve

pero nadie los agarra

(…)

Recadi rueda pelota

la marcha te dice así

que en este bello país

ser corrupto es una nota

y los pendejos bien lejos

en Miraflores gritamos

por el camino que vamos

seguimos siendo pendejos”.

Los representantes de la marcha al pasar frente a la Fiscalía General de la República entregaron un documento a su titular de entonces, Ramón Escovar Salom (se dice que esta marcha sería la impulsora del antejuicio de mérito que luego se le realizó a CAP). La marcha también debía pasar por el Congreso de la República (actual Asamblea Nacional) y finalmente llegar a la sede del gobierno, pero por supuesto, como con todas las marchas, tampoco pudo llegar a Miraflores pues fue contenida por un piquete de la Guardia Nacional en el Banco Central de Venezuela.

El problema de la palabra

Todo este recuento puede resultarnos útil para comprendernos un poco mejor a partir de las interrogantes sobre la palabra y sobre la identidad.

La palabra define los límites de nuestro mundo, a través de ella demarcamos lo que pensamos y sobre todo reformamos lo que pensamos. Es por eso que tengo la creencia de que Uslar Pietri trató de iniciar un proceso de transición moral a partir del significado de la palabra pendejo, puesto que si perdía su valor como una cualidad negativa podía pasar a considerarse como una cualidad deseable. Uslar ya nos ha dicho que en Venezuela el asunto parece ser lo contrario. Una cualidad deseable, como la honestidad, es a través del juicio de los otros catalogada como una cualidad indeseable. En conclusión, es como si quisiéramos que todo el mundo sea malo.

El Nacional. 16 de junio de 1989

En general, el lenguaje lo hacen los hablantes, por lo que el significado de una palabra puede variar, ser desincorporada, puede olvidarse o incluso puede llegar a torcerse y pasar a tener un significado muy diferente del original. Ejemplo de esto son las palabras avión, que en el siglo XVIII era el nombre para el vencejo, o formidable, cuya acepción antigua es temible.

Sin embargo, las palabras que todos reconocemos como insultos no son cualquier cosa. Tienen una carga afectiva muy particular, ya que activan los centros de la memoria en el cerebro, pero de forma tal que literalmente generan dolor en nosotros. Algunos estudios han determinado que los insultos afectan en el cerebro la amígdala que se encarga de nuestra memoria emocional, por ello cuando nos insultan se altera el nivel de cortisol y esto afecta nuestra capacidad de tomar decisiones y de procesar información. De allí que trasladar un insulto a otra categoría del lenguaje es un proceso que puede llevar demasiado tiempo.

La apropiación que Uslar Pietri, los humoristas y algunos intelectuales hicieron de “pendejo” esperaba establecer un nuevo límite y transformar la palabra en una profunda crítica a la sociedad, donde los honestos (cualidad deseable) que se reconocen a sí mismos como carentes de valor, puedan cambiar esta percepción.

Esto también es una crítica a las formas del ejercicio del poder, puesto que lo expone como una forma de violencia que se alimenta de la desvalorización del otro. Uslar parecía pretender romper de forma intencional la norma para crear una reacción en el colectivo.

Afirmó que una sociedad que crece confundiendo el valor con el precio, como decía Machado y bajo la tutela de un valor como la viveza tiene por tanto que tener un valor contrario que no puede ser otro que ser pendejo, es por eso que la palabra, para Uslar, pierde la fuerza que contiene el insulto y se transforma en un emblema político que valida la existencia de ese otro. Entonces pasa a ser un distintivo de resistencia, el antagónico que ya no puede ser reprimido pues se reconoce a sí mismo como tal.

La identidad del pendejo

Los pendejos entonces, al reconocerse a sí mismos como tales, despojan a la palabra de su valor ofensivo y pasa a ser la característica de identidad de un grupo. El pendejo somete su propia existencia a la crítica y se interroga sobre su insistencia. Al resistir la propuesta del vivo, del deshonesto, rechaza la propuesta de unirse al club de los corruptos.

La honestidad (ser pendejo) pasa a ser una elección, no sólo frente al lenguaje sino frente a la vida, lo que se cree realmente es un cambio cultural que debe desembocar en un cambio político.

El valor de ser un pendejo

Es evidente que para Uslar Pietri el problema no era la honestidad de los venezolanos en sí misma, puesto que afirmó que la mayoría lo era. El problema es cuando esa honestidad que “compartimos” es juzgada por los otros como tontería, como pendejera, en ese caso la contradictoria mirada puede ser desbastadora y sólo puede ser superada si cambiamos el concepto y lo reinterpretamos.

La honestidad y la estupidez no tienen nada que ver, no se relacionan. El honesto lo es porque comprende que serlo trae más beneficios a largo plazo que el ser deshonesto, sin embargo, en la sociedad de la inmediatez -como la nuestra- cualquier cosa a largo plazo, incluyendo reflexionar, es visto con sospecha.

Para Uslar Pietri la honestidad no traía ninguna recompensa, pero en eso se equivocó monumentalmente puesto que la honestidad trae la más valiosa de las recompensas: es una salvaguarda de la dignidad, pues nadie puede usar a una persona honesta. Hagamos un ejercicio de ficción, supongamos que usted es amigo del ministro X en la cartera ministerial X y esa persona es honesta. Ahora supongamos que usted tiene una empresa y quiere ganarse una licitación o importar, no sé, leche de China, y ese amigo honesto no lo va a ayudar y, precisamente porque es su amigo, usted no le pediría una cosa como esa. La dignidad, en este caso, el uso del otro, se impone, debido a la honestidad. La recompensa, me parece a mí, no sólo existe, sino que es enorme.

El Nacional. 15 de junio de 1989

Pedro León Zapata, por los días de la marcha, afirmó que el pendejo no se respetaba a sí mismo y que la marcha serviría como un punto de inflexión para alcanzar ese auto-respeto. No concuerdo con Zapata en eso de que una persona honesta no se respete a sí misma, al contrario, creo que quien se reconoce honesto, no quien lo es obligado porque no está en el lugar apropiado para robar, es la expresión más grande de respeto a sí mismo y aun cuando la mayoría sea incapaz de reconocerlo no quiere decir que no ocurra. Tal vez la única forma de cambiar este país no es marchando, sino aceptando y practicando la propia honestidad, la verdadera honestidad, por encima de las opiniones de los otros.