Tres y siete millones de votos son cantidades que podrían reconocerse, respectivamente, como capacidad de movilización tanto del oficialismo como de la oposición. Ciertamente habrá quienes difieran de estos números y puede que ellos no constituyan la aproximación más exacta, pero permiten a los fines de este ensayo ilustrar la situación que se teje en torno al evento electoral convocado para el próximo quince de octubre.
Luego del fraude electoral del pasado veintinueve de julio, por el cual se eligió la ilegal Asamblea Nacional Constituyente, la apuesta del oficialismo parecía orientada a reeditar la experiencia de las elecciones legislativas del 2005 cuando, por falta de concurrencia de la oposición, el oficialismo (constituido por el MVR, acompañado de PODEMOS, el PPT, el MEP, el PCV y UPV) se hiso de la totalidad de los ciento sesenta y siete escaños que componen al órgano legislativo nacional. Al igual que entonces, tanto la confianza de la oposición en el ente comicial como las garantías del proceso son mínimas y no se observan acciones concretas para mejorar estas condiciones; por el contrario, tales condiciones se hacen cada vez más exiguas.
En este escenario, los números adelantados anteriormente resultan cruciales para entender la situación que vivimos a tan solo semana y media de la próxima elección de gobernadores en el país y a tan sólo un día de vencerse el plazo establecido por ley para la sustitución de candidatos dentro de la oferta electoral para estos comicios. La siguiente tabla presenta una representación de los cuatro escenarios post-electorales posibles si las variables de las partes involucradas, oposición y oficialismo, se reducen a votar o no votar.
En la construcción de estos escenarios, las partes sólo pueden hacer campaña a favor del voto o de la abstención de sus propios seguidores o afiliados.
La matriz de pago allí representada reafirma la lógica de la estrategia oficialista que buscaría reeditar la experiencia de las elecciones legislativas de 2005. Como se observa en el primer cuadrante (V, NV), si el oficialismo tuviera éxito en su propósito se haría con todas las gobernaciones a un costo muy bajo. La decisión de la oposición de concurrir a este evento electoral complica la situación para el oficialismo, cuya función de preferencia puede ser representada de la siguiente manera: VCh, NVOp; VCh, VOp; NVCh, NVOp; NVCh, VOp. Así, en orden descendente de preferencia, el oficialismo prefiere primeramente un escenario donde ellos se movilicen a votar pero la oposición no concurra (VCh, NVOp). La segunda preferencia del oficialismo debiera ser, desde su racionalidad de mantener control sobre toda la estructura estatal, un escenario en el que no hay elecciones (NVCh, NVOp); pero ello no luce posible dadas las presiones internacionales que se ciernen sobre el gobierno. De allí que esa opción (NVCh, NVOp) se ubique en la tercera posición. Así, si lo primero no es posible y vista la restricción externa que se cierne sobre el escenario representado en el cuarto cuadrante (NVCh, NVOp), la segunda opción en orden de preferencia para el oficialismo será el escenario en el que ambas partes concurran a votar (VCh, VOp) y esto deja al oficialismo frente al reto de remontar el número que otorga ex ante el grueso o la casi totalidad de las gobernaciones a la oposición, en un proceso electoral transparente. El tercer cuadrante no es una opción para el oficialismo y, en tal virtud, se encuentra en el último lugar.
El orden de preferencias para la oposición se puede construir como sigue: VOp, NVCh; VOp, VCh; NVOp, NVCh; NVOp, VCh. Esto es, como primera opción la oposición prefiere un escenario en el que ellos acuden a votar pero el oficialismo se abstiene; de ello no ser posible, elegirían como segunda opción el escenario en el que concurren al igual que el oficialismo a votar; la tercera opción sería que ninguna de las partes, oposición u oficialismo, salieran a votar (no hay elección) y como último opción se presenta el escenario en la que ellos se abstienen mientras que el oficialismo sale a votar.
Con base a todo lo anterior, es fácil inferir que el juego se desarrollará dentro del escenario representado por el segundo cuadrante (V, V):
Ahora bien, en este escenario, el oficialismo tiene claro que los números le son adversos y, en consecuencia, debe centrar sus esfuerzos en remontar este obstáculo a su apetencia política. Para este fin puede recurrir a ciertas argucias, unas más peligrosas que otras para su propio juego. Entendamos que el juego del oficialismo no es con la oposición venezolana, la cual no ha logrado constituirse en un adversario significativo al régimen; el juego de pulso que desarrolla el oficialismo es con la comunidad internacional y sobre ello puede que escribamos en otra oportunidad algunas líneas. Inflar los números propios el día quince de octubre, si se lograra demostrar, podría tener severas consecuencias en la legitimidad de origen que aún hoy puede exhibir el presidente Maduro y que, en buena medida, sostiene el reconocimiento internacional del gobierno pese a su derruida legitimidad de ejercicio. La inhabilitación de actores, en este momento, también representa graves riesgos para mantener la frágil fachada democrática que les cobija. Hacer mano, entonces, de un recurso suave, la “omisión de actuación” de un órgano del poder público nacional pareciera ser la opción.
Este recurso, aunque pernicioso, no impide el desarrollo del evento electoral. Aun con él puede haber elecciones y los electores pueden elegir al candidato de su preferencia. Es más no se están cercenando candidaturas directamente, aunque pudieran estarse favoreciendo matemáticamente otras. Lo irrefutable es, más allá de valoraciones sobre la justicia, es que este recurso incrementa el costo de participación de la oposición en términos de pedagogía, instruir a sus electores sobre cuál es la oferta electoral cierta; o sea, prevenir votos nulos que, por ignorancia o desconocimiento, le afecten negativamente y favorezcan de manera indirecta la posición del oficialismo. En términos más llanos, el costo no hace inviable la participación de la oposición ni la posibilidad de ganar un número importante de gobernaciones, aunque las probabilidades, al mismo tiempo, se ven afectadas a la baja. No obstante, es muy poco probable, frente a este escenario de posibilidades versus probabilidades que el ajedrez de la comunidad internacional se vea afectado en las próximas horas. Salvo algún evento extraordinario, la fecha del quince llegará y asistiremos a un proceso electoral plagado de obstáculos desde impuestos por un aparato estatal que responde a los intereses del partido de gobierno. El reto de la oposición vuelve a estar en la pedagogía política para guiar a sus electores en el proceso.