Al concluir la Segunda Guerra Mundial en 1945, miles de croatas huyen del régimen comunista que se instaura en su país y se refugian en campos de Alemania, Austria e Italia con la ayuda de la Organización Internacional de Refugiados (IRO). En 1947, llegan principalmente a Norteamérica (Canadá y Estados Unidos) y Sudamérica (Argentina, Bolivia, Chile, Paraguay, Uruguay y Venezuela). Ya algunas décadas antes, un numeroso grupo de croatas se había establecido en Chile y Perú.
A Venezuela llegaron tres grandes grupos entre septiembre y diciembre de 1947 estableciéndose en la localidad de El Trompillo, Estado Carabobo, bajo la organización del Instituto Agrario Nacional (IAN) de la época. Entre ellos había muchos profesionales: médicos, abogados, ingenieros, docentes, artistas plásticos, escritores; así como, personal calificado en plomería, electricidad, albañilería y en otros oficios. Poco después se van estableciendo mayoritariamente en Caracas, Valencia, San Felipe y Barquisimeto.
La nostalgia por la lejanía los hizo buscar un sitio en Caracas donde poder reunirse para evocar en grupo la distante patria, cantar las canciones típicas, preparar los platos de la cocina croata y organizar actos culturales. Con este objetivo se funda la primera institución croata en el país: Asociación Croata de Venezuela, aún hoy activa. Esta primera sede estaba ubicada en una casa colonial entre las esquinas de Viento a Cristo y luego en la urbanización El Paraíso.
En las décadas de los 50 y 60 se produce una nueva llegada de croatas a Venezuela motivada por causas políticas y económicas.
Hrvatski Dom – Hogar Croata en Caracas
En el año 1963 se funda en Chacao el Hogar Croata (Hrvatski Dom), centro social y cultural de la Comunidad Croata de Venezuela con el esfuerzo mancomunado de los croatas quienes adquieren la propiedad por acciones con un valor nominal de Bs. 1000.- de la época. En los amplios y acogedores espacios de las quintas Chifina y Toyka se continuaron organizando, ya a mayor escala, las reuniones culturales, sociales, deportivas e institucionales de la comunidad.
Durante estos años se crearon además, las siguientes organizaciones croatas en Venezuela: Comité Croata de Venezuela, Centro Croata Venezolano, Misión Católica Croata, Cámara de Comercio Croata-Venezolana, Fútbol Club Croacia, Juventud Croata de Venezuela, Asociación Cultural de Damas Croatas de Venezuela, dirigidas a las actividades empresariales, comerciales, culturales, sociales, deportivas y religiosas de la comunidad.
A mediados de los años 60 el Comité Croata de Venezuela adquiere un inmueble en la Urbanización La Ciudadela en Caracas para desarrollar actividades culturales y sociales. Es en este local donde se instala el Consulado General Honorario de Croacia en la República de Venezuela a raíz de la Independencia de Croacia y su reconocimiento por parte de Venezuela e internacional en general, como nación independiente y soberana. Su primer Cónsul General fue el Dr. Boris Siroki y posteriormente el Dr. Zdravko Sancevic.
En estos 73 años de presencia croata en Venezuela esta comunidad ha dejado huella imborrable en su nueva patria. Destacadas figuras como el Dr. Eduardo Praselj al frente del Viceministerio de Energía y Minas, el Vicealmirante Mirko Markov Mikas como Viceministro de la Defensa y el Dr. Juan Tezak Ferlin como Viceministro de Industria y Comercio; así como, el escritor Salvador Praselj, el cineasta José Vicente Scheuren, el empresario Esteban Torbar, la presentadora de televisión Laura Furcic, la poeta Nada Salas, el padre jesuita antropólogo Tomo Markovic, la ceramista Seka Tudja, la florista Vesna Zanic.
Lastimosamente un importante número de croatas de Venezuela, quienes no olvidan su gentilicio venezolano y su origen croata, forman parte de la diáspora de estos últimos años.
Desde hace 10 años se reúne en las instalaciones del Hogar Croata la Peña Literaria Sinenomine dirigida por el conocido escritor Sael Ibáñez y de la cual forman parte 3 escritores croatas: Helena Barisic, Drago Miskiewicz e Iván Rubesa. Esta peña literaria ha publicado novelas, cuentos y ensayos.
Peña literaria Sinenomine
Me permito incluir el ensayo de mi autoría a raíz de la guerra que liberó Croacia para su independencia, publicado en el diario El Nacional en 1993
INMIGRANTE, EMIGRANTE
Arribé a estas tierras en el tercer viaje de Colón. ¿O acaso fue más tarde, cuando ingresé al país en el mismo barco donde por casualidad regresaba el general Guzmán Blanco?, ¿o sería cuando al venir de polizón en la armada que bloqueó a La Guaira durante la época de don Cipriano, y al verme descubierto no tuve más remedio que arrojarme al mar y llegar a nado a la costa? Vagamente renace en mí el nombre de un buque, no sé si es el Amerigo Vespucci o el Urania, y el de un lugar: El Trompillo. Noches de efervescencia y gritería durante las proyecciones fílmicas en el cine Salom de Puerto Cabello. Días anaranjados, de inusitada violencia y de calor insoportable cuando los estudiantes del liceo Miguel Peña formamos un cordón alrededor de la manzana contigua al Seguro Social para evitar el escape de cierto carcelero servidor de la dictadura. Noches serenas, cuando a orillas de la playa, sedal en mano, intentaba inútilmente contar los topacios alrededor de la Cruz de Mayo, dibujados en el cielo de Borburata.
Inmigrantes llegando a Venezuela.
Foto: Fundación Polar
¿Por qué, entonces, siempre me veo atrapado en la añoranza de mi origen? ¿Soy de aquí o de allá? En ocasiones sufro el asalto de serias dudas y llego a pensar que no pertenezco a país alguno. Hasta llego a culpar a mis padres por haberme traído. Si al menos –lucubro- no hubiesen tenido la idea de emigrar. Después deduzco que el problema de mi ambigüedad hubiese quedado resuelto de haber nacido más tarde, y por tanto en esta tierra. Sombras proyectadas en la oscuridad, ventanas rotas y puertas sin goznes, abiertas hacia ríos y caminos que conducen a la nada.
Entonces, poco a poco voy despertando de mi ensueño hasta percibir una infantil silueta. Al observar su actitud, impulsado por el instinto, tengo ganas de gritarle: ¡Espera, por favor! ¡No, no lo hagas, esto sólo me corresponde a mí! pero veo que sería inútil. En mezcolanza de tristeza y alegría, reconozco que los lazos provenientes del pasado se resisten a ser borrados por el sitio de nacimiento, y aun después de la muerte del emigrado siguen atando generaciones. Viéndola llego a comprender que no existen pueblos sedentarios, todos somos nómadas hijos del saltamontes, todos gitanos, todos condenados a ser astros errantes en este universo desde su origen hasta su final. Ella, mi pequeña hija, con afán y ternura, envuelve la preciada carga. A su lado una caja de cartón cuyo membrete reza: “Ropa para los niños de Croacia”.
El Nacional, 9 de enero de 1993
*Drago Miskiewicz Malvić. Escritor y traductor. Autor de: Hotel Calimura (Bid&Co Editor) Un tal Nemesio (Colección Sinenomine). Algunos de sus cuentos están reunidos en antologías