Actuar como si las cosas ocurrieran por efecto de factores ajenos es más que un acto de ingenuidad, y que parece más uno propio del oscurantismo.
Hoy, cuando el país mira con alarma la pérdida de valor del bolívar ante el dólar, se hace necesaria una revisión de los elementos que han motivado esta situación. Es preciso mirar las decisiones en materia económica que fueron adoptadas más recientemente en un entorno deforme y urgido de reformas de fondo para comprender lo que es del conocimiento público: la acelerada evaporación de la capacidad de compra del ingreso de cada uno de los venezolanos.
Esto no es de ahora
Lo primero que se debe tomar en cuenta es que en Venezuela hay controles de precios y de cambio desde febrero de 2003, los cuales se han venido distorsionando y pervirtiendo en la medida en que el tiempo transcurre.
En 2012, aun cuando el precio promedio anual de la cesta petrolera venezolana fue de 103,42 dólares por barril, la asignación de divisas a los importadores comenzó a mermar y en el mercado se agudizaron algunas fallas de abastecimiento. Este fenómeno ya había mostrado sus primeros indicios preocupantes en 2007. De hecho, el entonces Presidente Hugo Chávez llegó a mencionar que la escasez de leche había tenido relación con su derrota en el referendo de reforma constitucional de ese año.
Nicolás Maduro, al frente de la Vicepresidencia de la República con Chávez en situación de salud crítica en La Habana, conoció con detalle los problemas económicos que deterioraban la actividad productiva de todos los sectores de la vida nacional. Desde ese entonces hasta ahora, un importante lapso de más de dos años, Maduro sigue sin atacar las causas que profundizan a diario la crisis económica del país.
En 2013 autorizó modificaciones a la Ley de Contribución Especial de Precios Extraordinarios y Exorbitantes del Mercado Internacional de Hidrocarburos para permitir que Pdvsa ingresara menos dólares al Fondo de Desarrollo Nacional (Fonden), tomando en cuenta el margen que todavía permitían los altos precios del crudo. La idea era liberar así unos 2,4 millardos de dólares que Pdvsa entregaría de forma adicional al Banco Central de Venezuela para elevar la disponibilidad de divisas. Aun con esto la escasez de divisas persistió.
El Gobierno se reunió con todos los sectores económicos, creó mesas de trabajo, ofreció que adoptaría medidas para resolver los problemas e, incluso, voceros del Ejecutivo admitieron la pérdida de unos 20 millardos de dólares en asignaciones de divisas a “empresas de maletín”; pero nada pasó. Persistió el enfriamiento de la actividad económica ante las dificultades para comprar en el exterior materias primas para producir o bienes terminados para su venta en el país. De hecho, las empresas privadas recibieron algo más de 23 millardos de dólares para importaciones en todo 2013, 25% que lo obtenido en 2012.
Variaciones sobre un mismo tema
En febrero de 2014, Maduro modifica la Ley de Ilícitos Cambiarios para que los privados, personas naturales o jurídicas, pudieran comprar y vender divisas entre sí, lo que terminó por hacer que el entonces vigente Sistema Complementario de Administración de Divisas (Sicad) tuviera un hermano, el Sicad II. "Creo el Sicad II para que avance todo el sistema de estabilización en el ámbito cambiario", dijo entonces el mandatario nacional.
A la par, se formalizó una reducción en la entrega de divisas a viajeros y a sectores considerados “no prioritarios”. Estas decisiones tampoco rindieron resultados y se agudizaron las fallas en la asignación de divisas en un contexto de vertiginoso desplome internacional de los precios del petróleo -sobre 30% a lo largo del último semestre del año-. Entonces la cesta petrolera venezolana llegó a un promedio anual de 88,42 dólares por barril.
Un año más tarde, en febrero de 2015, Maduro anuncia una transformación en el sistema de administración de divisas en el país. Crea un esquema con tres tipos de cambio diferentes que van desde Bs 6,30 por dólar hasta cerca de Bs 200 por dólar, a través del ahora llamado Sistema Marginal de Divisas (Simadi), con el cual el Gobierno aseguraba que le torcería el brazo al mercado paralelo, es decir, al mercado informal al que acuden quienes poseen dólares -que cada vez parecen escasear más en la economía- porque saben que pueden venderlos muy por encima de las paridades fijadas por las autoridades ya que el país está lleno de personas con deseos de comprarlos.
Una de las explicaciones a esta situación la dio en 2013 el entonces ministro de Planificación, Jorge Giordani, cuando afirmó que en el país “la mercancía más barata en este momento es el dólar” refiriéndose a la tasa de Bs 6,30 por dólar anclada e inamovible en ese nivel.
Por qué comprar dólares
En varias declaraciones dadas por voceros del Gobierno desestimaban la existencia del mercado negro asegurando que el sistema estatal de asignación de divisas atendía todas las necesidades de la economía. Pero no era así.
Los importadores comenzaron a perder sus líneas de crédito en el exterior y algunas casas matrices de empresa trasnacionales que operan en el territorio dejaron a sus filiales sin su subvención debido a un mismo factor: se autorizaban ventas a Venezuela que nunca terminaban por ser cobradas debido a que las autoridades no liquidaban las divisas para el trámite. Es decir, los empresarios tenían los bolívares para hacer sus compras y negociaban las compras con sus proveedores externos, pero luego no recibían el equivalente en divisas que solicitaban al Estado, con lo cual quedaban internacionalmente endeudados y, finalmente, sin crédito.
El monto de estos compromisos pendientes por mercancía recibida en Venezuela, y de seguro consumida, no ha sido cuantificado oficialmente, pero muchos lo ubican sobre los 15 millardos de dólares.
Hay que añadir que la situación no se presenta únicamente con los empresarios. Viajeros, estudiantes e, incluso, venezolanos que cobraban su pensión del seguro social en el exterior comenzaron a encontrar en el “paralelo” una opción para atender su necesidad de cambiar bolívares por divisas extranjeras, ya que el sistema oficial se las negaba.
El monto de estos compromisos pendientes por mercancía recibida en Venezuela, y de seguro consumida, no ha sido cuantificado oficialmente, pero muchos lo ubican sobre los 15 millardos de dólares.
Pero hay más
En un país donde la inflación alcanza niveles tales que las autoridades se niegan a difundir las cifras de su comportamiento es obvio que todo aquel que pueda intentará, de una u otra manera, preservar su patrimonio. Es decir, intentará de refugiarse en algo de valor antes de que los billetes que lleva en el bolsillo pierdan poder de compra.
Pero es lógico preguntarse ¿de dónde sacan las personas bolívares para cambiar por dólares si los ingresos del país han caído? De hecho, cuando terminó el año 2014 no solamente se vinieron al piso los precios del crudo sino que también hubo un retroceso de 4% con respecto a 2013 en las exportaciones de petróleo y productos.
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La respuesta se encuentra en la política fiscal del propio Gobierno, que se intensificó desde las últimas elecciones en las que participó Hugo Chávez. Se trata de sostener un alto nivel de gasto público, básicamente por intereses políticos y electorales, aun cuando los ingresos han terminado por caer a la mitad de lo que fueron.
El BCV ha emitido muchos más bolívares de los que en efecto corresponden al ingreso de la nación por sus exportaciones, y esto porque desde el Ejecutivo ha existido la premura por evitar recortes presupuestarios en áreas políticamente sensibles, que no siempre son las prioritarias para la nación. Al final se trata de una masa agigantada de bolívares que no encuentran qué comprar en un mercado signado por la escasez.
Muchos de esos bolívares salidos directamente de la llamada “maquinita del BCV”, a través de operaciones financieras a favor de Pdvsa, terminaron a la caza de divisas: raspando cupos de divisas para viajeros, inventándose cursos académicos en el exterior, creando falsos cargamentos que serían importados o pasando la frontera con bolívares para comprar pesos y así, aprovechando la libre convertibilidad de la moneda en Colombia, terminar por obtener dólares. Otros, menos rebuscados, siempre encontraban a alguien dispuesto a cambiar sus divisas al mejor postor.
Menos ingresos, menos de todo
La inacción del Gobierno en materia económica, retorciendo cada vez más los ya distorsionados controles, ha terminado por traducirse en improductividad económica, desabastecimiento y carestía de bienes y servicios. La escasez de divisas no está divorciada del drástico descenso que se reporta en las importaciones, tampoco es un hecho aislado de la paralización de las industrias, ni de la escasez de productos, ni de la carestía de bienes y servicios.
Actuar como si las cosas ocurrieran por efecto de factores ajenos, hechos sobre los que no se tiene manejo alguno o por factores –obviamente muy poderosos- que interfieren en los planes de un Gobierno con más de 16 años con las riendas del país y el respaldo incondicional de todos los poderes públicos es más que un acto de ingenuidad, y que parece más uno propio del oscurantismo.