En 1948 cuando José Reina le pidió a su amigo Alfredo que grabara un tema en honor al torero venezolano Luis Sánchez, apodado El Diamante Negro, y este se convirtiera en un rotundo éxito musical, al punto que la gente empezó a preguntarse “¿Quién canta?”, ninguno de los dos ni el público, puedo imaginar que ese sería el primer paso de una grandiosa carrera nacional e internacional que terminaría por adjudicarle y título de El Tenor de Venezuela.
Alfredo Sadel en RCTV
Manuel Alfredo Sánchez Luna, nació en Caracas un 22 de febrero de 1930 en el seno de una familia humilde en donde su madre se preocupó por darle una educación orientada a las artes, es así como desarrolla sus habilidades pictórica y musicales, estas últimas serian las que lo convertirían en un ídolo, pero antes de eso el joven Alfredo, motivado por los problemas económicos familiares, debe abandonar los estudios y ganarse la vida como caricaturistas de afamadas publicaciones de la época como el diario La Esfera, el semanario Fantoches y como dibujante de la agencia trasnacional de publicidad McCann Erickson, lo que le permitió colaborar con la economía familiar.
Sánchez Luna, como resultado de su primer éxito, decidió incursionar más seriamente en el ámbito musical, por ello dejó su trabajo y grabó otro de sus temas más emblemáticos: Desesperanza. Sus apellidos muy comunes en cantantes de la época lo llevan a la determinación de cambiarlo por Sadel, combinación de la primera silaba del suyo y la última del de su gran ídolo Carlos Gardel. Como Alfredo Sadel hizo muchas presentaciones que le dieron popularidad Venezuela.
Después de esto, y gracias a esa pasión que amigos y familiares dicen que lo caracterizaban, se dio a la tarea de reunir 12 mil dólares para probar suerte en Estados Unidos donde siguió haciendo sus presentaciones en teatro y televisión, sin embargo no logró el éxito esperado; una vez que regresó fue designado como el artista latinoamericano más popular de la televisión de ese país.
Eso no lo detuvo, por el contrario siguió probando suerte hasta que finalmente llegó de la mano con el LP Mi canción que le abrió las puertas de Latinoamérica y EEUU, no solo en la música sino además en el cine. Su calidad vocal le permitió estudiar en Milán e incursionar en el canto lírico donde se terminó de consolidar como una estrella que compartió escenarios en Serbia, Suiza, Alemania, Austria, España y Estados Unidos, con grandes artistas de la época.
Su talento y figura le abrieron puertas e hizo sonar el nombre de Venezuela en recónditos lugares, un amigo después de fallecido lo tildó como un gran embajador de su país en el mundo, un mundo que no estaba dominado por la globalización y para triunfar se tenía que demostrar de qué se estaba hecho y no solo lo logró, además se convirtió en el primer ídolo popular venezolano de proyección internacional. Sadel murió el 28 de junio de 1989 a los 59 años dejando un legado musical extraordinario en géneros como ópera, zarzuela, joropo, bolero, tangos y música latinoamericana. Se estima que grabó más de 2 mil canciones, contenidas en 200 discos y desde 1970 su nombre figura en el libro Grandes cantantes de nuestros tiempos del músico e investigador Kurt Pahlen.
Mirar al pasado de Venezuela siempre es una experiencia maravillosa, tal vez será por aquello de que el tiempo de antes siempre fue mejor, o por lo que podemos hacer con aquello que nos define. La historia de Sadel, malamente resumida en este texto, deja ver lo que el deseo de alcanzar una meta puede hacer en un país que estaba lleno de oportunidades, sabemos que para todos no fue así, pero se podía.