Se estima que a Venezuela ingresaron 980 mil millones de dólares entre 1998 y 2011 gracias al que muchos analistas consideran el último gran boom petrolero. De esta bonanza sólo quedan 3 millones de dólares ahorrados en el Fondo de Estabilización Macroeconómica que poco o nada representan ante el hueco actual de las cuentas externas de la nación, estimado en más de 30 millardos de dólares. Con respecto al resto de los recursos obtenidos en esos años que fueron manejados extra-presupuestariamente y canalizados hacia otros fondos, que llegaron a acumular 160 mil millones de dólares, es fácil estimar que fueron gastados, porque actualmente las autoridades buscan desesperadamente recursos liquidando activos, cambiando reservas de oro por efectivo y deshaciendo operaciones que fueron modelo de los lineamientos ideológicos que marcaban el rumbo del país, sin decir que existe algún remanente de recursos bajo el colchón al que se le pueda echar mano en estos momentos.
Alrededor de 90% de los ingresos de la economía venezolana provienen de lo que se obtiene de la venta de petróleo y el precio de la cesta petrolera venezolana ha registrado una contracción de 80% desde 2014. Todos los sectores resienten esta caída. Entre 2012 y 2015 el monto de divisas entregado para costear importaciones se redujo en 44%. Las empresas carecen de insumos básicos para operar y la escasez en el mercado llega a 60%, mientras los precios escalan indetenibles, al punto de que el FMI estima que en 2016 la inflación del país será de 720%.
La firma ODH señala que al tercer trimestre de 2015 ya el Gobierno había levantado unos 12 mil millones de dólares recurriendo a la liquidación de activos de la nación para poder sostener el pago de deuda y el precario ritmo de importaciones mientras caída el ingreso petrolero.
Se hizo un swap de oro por 1.500 millones de dólares, se obtuvo un préstamo de 10.000 millones de dólares de China, se hizo una operación de crédito de Citgo por 2.500 millones de dólares y se cobraron de forma adelantada, y con pérdidas, deudas de República Dominicana y Jamaica por 3.682 millones de dólares pendientes por los acuerdos de Petrocaribe.
Y el país llegó al año 2016 con una acentuación de la crisis. Distintos analistas observan que es escaso el margen de maniobra para seguir levantando recursos con operaciones como las ya reportadas en 2015, sin mencionar el hecho de que no son recurrentes, porque implican ejecutar activos.
Lo que el Gobierno ha anunciado hasta ahora es que logró 500 millones de dólares de la petrolera rusa Rosneft al cederle participación accionaria en el proyecto Petromonagas, también pactó con la minera canadiense Gold Reserve la constitución de una empresa mixta para la explotación de oro que involucra una inversión de 2 mil millones de dólares, gracias a lo cual se llegó también a un acuerdo que le evitará a la nación el pago de casi 800 millones de dólares a esa empresa por el juicio arbitral que le ganó por la decisión del Estado venezolano de quitarle los permisos de operación en el país en 2008.
Los funcionarios también hablan de usar petróleo y oro como garantías para obtener unos 3 mil millones de dólares en financiamiento, mientras se negocia con China para lograr una ampliación de las líneas de crédito de ese país a Venezuela.
Tamara Herrera, de la firma Síntesis Financiera, describe la situación actual como una búsqueda de “churupitos” que luce poco efectiva ante la magnitud de la crisis.
Es una cacería de un millardito por un lado y dos millarditos por otro, cuando el hueco en los ingresos hace imposible afrontar los pagos de deuda (unos 10 mil millones de dólares este año) y costear las importaciones necesarias para que opere la economía, que suma ocho trimestres de caída sostenida.
Cifras extraoficiales apuntan a que las liquidaciones de divisas hechas por el Cencoex en enero fueron 90% inferiores a las de enero de 2015.
El costo de esta realidad es un mayor deterioro de la calidad de vida, el recalentamiento de las tensiones sociales y la paralización económica, efectos que habrían podido minimizarse si se hubiera cumplido la máxima bíblica de ahorrar para los tiempos de las vacas flacas.