Si le preguntara qué tienen en común Antonio Guzmán Blanco y Alfredo Sadel, en primer momento pensará que solo comparten la nacionalidad ya que ni en el mismo siglo vivieron; sin embargo, en el Centro de Caracas se encuentra un coloso de 138 años, que no solo da fe de que el político y el tenor tienen este lugar en común, sino que además ha sido un testigo silencioso de la transformación de Caracas, hablo del Teatro Municipal.
El Municipal, como comúnmente se le conoce, es una de las obras públicas ordenadas por el presidente de la República Antonio Guzmán Blanco, en su empeño por transformar la Caracas rural y darle el esplendor de una ciudad europea como París.
A pesar de nunca logra su sueño, hoy contamos con un espacio que abrió sus puertas por primera vez el 1 de enero de 1879 imprimiendo un cambio radical en el quehacer de cultural de aquel entonces, en donde las disciplinas artísticas y escénicas se realizaban en pequeñas localidades o en espacios públicos que carecían de los requerimientos técnicos y protocolos sociales que hoy en día, y desde hace mucho siglos, son indispensables para poder disfrutar de un espectáculo.
Se cuenta que las interrupciones por parte del público era frecuente, aunque ya se conocía la cuarta pared, por la falta de educación del público asistente a este tipo de espectáculos que no dudaba en hacer saber su alegría o descontento con los actores al punto que era una práctica común terminar la velada en una trifulca en la plaza o el teatro al mejor estilo medieval.
El Teatro Guzmán Blanco, como se le llamó por primera vez, se hizo una institución al momento de abrir sus puertas contribuyendo a cambiar esa concepción del teatro de trifulcas, pero no con gran impacto, porque durante muchos años se mantuvo solo para la presentación de operas al que asistían los notables de la época.
Las primeras piedras
Jesús Muñoz Tebar
Cuando Guzmán Blanco decidió que se debía hacer un teatro comisionó el proyecto al ingeniero francés Esteban Richard, pero fue el ingeniero venezolano Jesús Muñoz Tébar, quien tuvo mayor participación en la obra hasta su culminación.
En el lugar en donde se erigió se encontraban el Templo San Pablo y el Hospicio de Nuestra Señora de la Caridad. Se cuenta que el Presidente no dudo ni un segundo en derrumbar estos espacios para construir el nuevo teatro, seguramente motivado por sus constantes conflictos con el clero, a pesar de las advertencias de su esposa, Ana Teresa Ibarra Urbaneja, de que se iría al infierno por hereje, ya que estos dos se sumaban a la lista de iglesias y conventos que ordeno demoler para hacer nuevas obras.
El teatro
Ese primero de enero Caracas contó en su haber con un teatro de estilo francés con forma de herradura diseñado para ver opera con mobiliario Luis XV, foso para la orquesta, patio, balcones, palcos y el palco presidencial desde donde Guzmán Blanco presidió la inauguración en compañía de su esposa y tren de gobierno. Para la ocasión se contrató a la Compañía de Ópera Italiana Afortunar Corvaba, que interpretó la representación de El trovador de Giuseppe Verdi.
Se piensa que la construcción del Templo de Santa Teresa, fue una manera de buscar la expiación en ese sentido, pero lo más seguro es que para Guzmán solo fuera otra gran obra.
El fantasma
Como en toda construcción antigua, se dice que en el teatro ronda el fantasma de un hombre viejo con barba y bigotes blancos impecablemente vestido, algunas veces incluso lleva guantes y bastón. Se piensa que se trata del fantasma de Antonio Guzmán Blanco por su característica barba y que suele disfrutar de los espectáculos desde el balcón presidencial, aunque hay quien lo ha visto de pie en los balcones más cercanos al escenario.
Al quirófano
Si se pudiera personificar, el teatro seguramente sería una señora muy mayor que habría pasado muchas veces por el quirófano para cirugías estéticas. Al poco tiempo de su inauguración se remodeló para convertirse en el primer edificio después de la Plaza Bolívar en tener luz eléctrica.
En los primeros años del siglo XX se realizó la reparación del mobiliario, los dos puentes de la tramoya y otras reparaciones. A mitad de siglo, el atrio semicircular fue modificado para la construcción del Centro Simón Bolívar, por lo que pasó a ser conocido como el teatro mutilado. Esto también significó la perdida de la plaza que tenía en frente rodeada de pequeños cafés en los que se podía comer ligero, beber vinos y brandys.
Nuevamente es reformado para la celebración de los 400 años de Caracas y se reestrena con la Opera Doña Bárbara. No obstante, continua siendo el teatro más importante de ciudad, a pesar de que competía con el Teatro Nacional, hasta la construcción del Complejo Cultural Teresa Carreño y en 1988 pasa a llamarse Teatro Municipal.
A mediado de los 90 se vuelve a reformar y es reabierto en 1998 cuando es nombrado Teatro Municipal Alfredo Sadel. A parir de allí ha seguido en un periodo de reformas y pequeñas reformas que no han impedido su funcionamiento. Aquellos que lo conocieron en antaño le recuerdan con nostalgia y critican como tras las remodelaciones se perdieron elementos como estatuas, mobiliario, así como la utilización de materiales poco adecuados para un edificio de sus características que es patrimonio de la ciudad. Todo por olvidar que existe algo llamado restauración. A pesar de todo ello continúa siendo un hermoso teatro en cuya cúpula cuelga una gran lámpara de lagrimas llamada La Reina.
Más sobre el teatro
Ana Pavlova
A pesar de que se hicieron pequeñas excepciones, el teatro siguió siendo un teatro para opera, tal y como ordenara en su momento el presidente Cipriano Castro. Las más notables excepciones fueron la presentación de la bailarina rusa Anna Pavlova y un concierto de Teresa Carreño. Con el tiempo y el avance del siglo se permitieron otro tipo de espectáculos.
En él se han presentado los grandes de la opera nacional e internacional como Morella Muñoz, Richard Tucker, Plácido Domingo, Luciano Pavarotti, Montserrat Caballé, Fedora Alemán y muchos otros.
En 1988 se celebró el Miss Venezuela en donde Inés María Calero coronó a Yajaira Vera como ganadora del certamen y Emma Rabbe se coronó como Miss Word Venezuela, luego de eso estuvo 10 años cerrado.
En 1979 el edificio es declarado monumento nacional.
Es verdaderamente lamentable que en la actualidad se use para actos políticos que solo provocan el deterioro de las instalaciones. Sin embargo los caraqueños podemos estar orgullosos de contar con un espacio que es referencia del arte, cultura e historia de la ciudad.